1.Introducción. ¿Qué es una emoción?
Una emoción es un resultado. A partir de una energía física que tiene como consecuencia una acción motriz, el sujeto humano lo percibirá y adjudicará como placer o displacer, asociado, pues, al agrado o desagrado.
La conjugación de estos dos elementos da como resultado una emoción. El objeto juega un papel determinante en la precipitación de la emoción.
En la adolescencia, si hay algo tributario de energía física sentida, percibida e interpretada como placer o displacer no va a ser otra cosa que la sexualidad. Y con ello, el objeto, capaz de asignar la pasión del deseo.
Objeto que en la adolescencia emerge como novedoso desplazándose de un contexto endogámico como es la familia, a otros objetos ya exogámicos, los amigos y el objeto sexual como tal. Esto tiene la implicancia de un exilio, no rápido pero que no para, del ambiente familiar, protector y seguro, al social, erigido en el grupo de pares y entre ellos, el objeto sexual.
La adolescencia está marcada por un periodo de diversos duelos y de cambios emocionales que tendrá que acometer el joven adolescente.
2. Adolescencia
Cuando hablamos de Adolescencia hay una serie de conceptos que nos parecen incuestionables, cada uno de ellos sugerente e imprescindible: cambio, identidad, narcisismo, creatividad, familia, sociedad, psicopatía, actuaciones, rebeldía…
Todos ellos nos remiten a ese periodo crítico, donde el niño se despoja de su cuerpo y adquiere la identidad que le va a convertir en un adulto.
Lo que ocurre en estos años (maravillosos o trágicos) van a dar como resultado que el proyecto de ese niño cristalice en el adulto que va a llegar a ser. Y lo que llega a ser no es producto solo de su corta historia, sino también de aquellos que le ponen en el mundo y le inscriben en una cultura determinada; esto es, de la historia de los padres.
El adolescente está llamado a atravesar fenómenos desidentificatorios para llegar a alcanzar su propia identidad. La adolescencia es un lugar de muerte, pero también de resurrección. Para Winnicott, el dilema adolescente es \”matar o no ser\”. Leclaire le da título, \”Matan a un niño\”, a ese niño maravilloso que de generación en generación atestigua los sueños y deseos de los padres.
Aquí nos encontramos con un concepto esencial mencionado al inicio, el duelo. Duelo por la imagen idealizada de los padres, duelo por el niño maravilloso que nunca se llegó a ser, duelo por un cuerpo que se desprende como “camisa de langosta” (Dolto), duelo por la bisexualidad y por el reconocimiento de la muerte.
El duelo no es un proceso que haya de realizar solo el joven. Para que los adolescentes se desidentifiquen de sus modelos anteriores y desalojen a sus padres del lugar omnipotente que ocupaban, se necesitan padres que se dejen sustituir, o matar (Winnicott).
Para el joven la experiencia de todo lo que el mundo puede aportarle, el impulso hacia el crecimiento, la autonomía, la independencia está ahí, siendo elementos que promoverán los cambios de la adolescencia.
Pero también la angustia ante la novedad de la pujanza pulsional, el temor a lo desconocido, la angustia ante el desamparo. Es una oportunidad hacia la individualización, y, a la vez, una tentación hacia la regresión y la permanencia en el mundo endogámico familiar.
El adolescente tendrá que conjugar una disparidad de influencias: por un lado, las identificaciones derivadas de los valores tradicionales, familiares, étnicos, socioculturales, y por otro lado los valores atomizados producidos por la cultura actual. Si el adolescente logra conjugarlo, la crisis de la adolescencia será fértil y positiva; si no, quedará detenido en su desarrollo, será incapaz de madurar y sufrirá alguna forma de psicopatología – en forma de regresión-.
Tradicionalmente el comienzo de la pubertad marca la aparición del discurso en que los mayores enfatizan los riesgos y las perspectivas morales. La autonomía en la toma de decisiones no es fomentada. Culturalmente, la emergencia de indicios de desarrollo sexual tiende a ser enfrentada por los adultos de modo opuesto para cada sexo: control y vigilancia para las muchachas, estímulo y libertad para los varones.
Cada cultura construye su forma propia de expresar las emociones, y la experiencia emocional, creando las condiciones de posibilidad para suscitarlas o inhibirlas. Así se puede decir que los cambios socioculturales configuran nuevos esquemas emocionales en la forma de experimentar la subjetividad.
A lo largo del proceso de socialización es cuando los individuos internalizan qué sentimientos y emociones son apropiados para cada situación y aprenden a expresar y regular su estado afectivo en función de cada contexto social (familiar, relaciones de amistad, etc.) en los que interacciona. Este proceso, que tiene lugar a lo largo de toda la vida, se inicia ya desde la infancia, pero es en el periodo de la adolescencia cuando se despliega.
En las adolescentes la menarquia es un indicio de gran importancia y el acontecimiento es reinterpretado de acuerdo a las valoraciones atribuidas al destino de la mujer. Las reacciones pueden ir desde la indiferencia parental al festejo o anuncios del drama de la sexualidad y la procreación, las responsabilidades de la adultez. Las diferentes posiciones tendrán impacto en la disposición con que la púber enfrenta la perspectiva de crecer.
Para los varones, las poluciones nocturnas son casi un secreto que puede vivirse con preocupación o perplejidad; la discreción es la respuesta que reciben con mayor frecuencia.
La construcción de su masculinidad pasa por comprobaciones de virilidad exhibidas ante los pares para llegar a iniciarse en las pautas de la conquista heterosexual que las posiciones tradicionales de género demandan a su rol sexual. La ansiedad ante la falla y el fracaso en dicha afirmación puede instaurarse influyendo en la relación de género.
3. Fases de la adolescencia
Señalamos tres momentos o fases que atraviesan la adolescencia, con sus respectivas precipitaciones psicológicas y cambios emocionales.
3.I. Adolescencia temprana (10 – 13 años)
La preocupación psicológica gira básicamente alrededor de lo físico y lo emocional. Se produce una reestructuración de la imagen corporal, se vive un ajuste a los cambios corporales emergentes, el ánimo es fluctuante; hay una fuerte autoconciencia de las necesidades y deseos de comprensión y apoyo por parte de los mayores.
Aún cuando las figuras parentales dejan de ser la fuente casi exclusiva de fomento de la autoestima, se hace imprescindible tener la posibilidad de compartir los problemas con los padres; las amistades también se tornan cruciales.
Los grupos tienden a ser del mismo sexo, facilitando el fortalecimiento de identidades y roles antes de entrar a la interacción heterosexual.
La pérdida del cuerpo infantil implica la necesidad de dejar atrás las modalidades de ajuste de la niñez, abandonar identificaciones infantiles y encontrar nuevas orientaciones de conducta. Existen duelos por la pérdida del cuerpo y el estatus infantil, así como de la imagen de los padres seguros y protectores de la niñez
Emergencia de lo físico y emocional:
- Reestructuración imagen corporal
- Ánimo fluctuante
- Autoconciencia de necesidades y comprensión
- Red social de grupos de pares del mismo sexo
- Pérdida de las figuras parentales como fuente de la estima propia
- Pérdida y duelo del cuerpo infantil
- Pérdida y duelo de la figura de los padres como protectores
3.2. Adolescencia media (14 – 16 AÑOS)
Las preocupaciones psicológicas que emergen giran prioritariamente en torno a la afirmación personal – social; precipitándose las vivencias del amor. La búsqueda de canalización de los emergentes impulsos sexuales, la exploración de las capacidades sociales, y el apoyo en la aceptación por el grupo de pares dinamizan la afirmación personal y social en la adolescencia.
La construcción de la subjetividad hace emerger duelos en los padres: el duelo por la pérdida de su hijo-niño, el duelo por el adolescente que fantasearon, el duelo por su rol de padres incuestionados.
La familia deja de ser el espacio privilegiado para subrayar las habilidades y autoestima adolescente; eso precipita en los padres el desafío de alcanzar la capacidad de mantener, y expresar, bajo estas nuevas condiciones, la aceptación de sus hijos adolescentes, fundamental para su desarrollo.
La sexualidad adolescente obliga a ser vivida fuera de la familia, yendo a la par que el ensayo y puesta en juego de los nuevos lugares-roles en los grupos de pares y en el marco social correspondiente. Esto dará forma a nuevas condiciones para el desarrollo social que favorecen a la diferenciación del grupo familiar y a la independencia-autonomía.
Por la parte del desarrollo intelectual durante la adolescencia, diremos que aporta nuevos recursos para la construcción de la identidad, seguido de nuevas formulaciones de las relaciones con el mundo. Para ello se harán valer de la simbolización, de la generalización y de la abstracción; permitirá “reflexionar\”, ejercer la mirada sobre su propia forma de pensar y de las de otros
Afirmación personal y social:
- Canalización de las pulsiones sexuales. Primeras vivencias amorosas
- Duelo en las figuras parentales: pérdida acerca de la figura del hijo
- Vivencia de la sexualidad en un entorno exterior a la familia
- Diferenciación del medio familiar-independencia y autonomía
- Desarrollo intelectual: nuevos recursos
3.3. Adolescencia final (17 – 19 años)
En esta última fase emergerá con importancia la búsqueda de intimidad y de la construcción del rol social. El adolescente comienza a evolucionar de un proyecto de vida complementario con el proyecto familiar a una forma de enfrentamiento personal y social propia que se pondrá a prueba en la realidad y aportará a la consolidación de la identidad y los roles.
Es una experiencia de compromiso con pasos dados en su presente, que armarán vías flexibles hacia los roles y metas de acuerdo con la incertidumbre de los tiempos. las figuras parentales enfrentan el duelo que provoca el desprendimiento físico del medio familiar por el adolescente.
En la cultura presente se espera que en esta fase se pase del locus de control externo, al propio, a un locus de control interno. Conllevará que los sujetos adolescentes no atribuyan lo que les sucede a circunstancias externas (locus de control externo), sino que puedan reconocer y expresar sus capacidades de iniciativa, anticipación de resultados y manejo de consecuencias, negociación en la toma de decisiones y puesta en práctica de la solución de problemas. Así, se animará a que sus sentimientos de adecuación y seguridad sean tributarios de sus propias realizaciones.
Preocupación por lo social:
- Búsqueda de afirmación del proyecto personal-social
- Reestructuración de las relaciones familiares
- Locus de control interno/ Locus de control externo
- Exploración en el medio social
- Elaboración de la subjetividad
- Duelo parental por la separación física
- Grupos afines en los medios formativos, laborales y comunitarios
- Abordaje de relaciones de pareja
- Adquisición de Capacidades de autocuidado y cuidado mutuo.
Si estás interesado en este artículo puedes aprender más sobre ello en nuestro curso de psicología en mediación escolar.