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consecuencias psicologicas covid

Efectos de la pandemia en la salud mental ¿Qué podemos hacer?

Índice

  1. Introducción
  2. Efectos de la pandemia en la vincularidad
  3. La irrupción de la pandemia en el psiquismo y sus consecuencias
  4. La afectación psicológica en los niños
  5. Duelo y adaptación

1. Introducción

Hemos vivido, y seguimos viviendo en pandemia, si bien con otra intensidad distinta y alcanzando el relajo de las medidas de protección sanitarias. También se han precipitado otras circunstancias actuales, la guerra en Europa, que han invadido las portadas de los mass media y que han conllevado un desplazamiento de la era covid.

En estos mismos tiempos globales de promesas para tenerlo todo, se produce curiosamente una contradicción: si bien mediante un clic nos introducimos en la virtualidad y viajamos a sitios remotos, sin apenas limitaciones, en cambio en esta vivencia aún actual de la pandemia nuestros desplazamientos y movimientos corporales han quedado anulados prácticamente, durante un tiempo sentido como largo y, para muchos, exasperante.

Lo cotidiano ha ido modificándose, no sin inquietud e incertidumbre, invitando a una nueva organización entre nosotros. Los ámbitos del día a día se han ido digitalizando hasta el punto en que internet y las plataformas de conexión han intervenido como mediadoras para que ciertos encuentros se tornaran posibles: desde la continuidad de la escuela, hasta los contactos familiares y el trabajo, pasando por los amorosos, amistosos, y finalizando con los académicos. Proporcionándonos también la inquietud de sentirnos atrapados por esa red en la que todo se cuantifica por el capitalismo.

El aislamiento ha quitado el velo al desamparo y a la inermidad, tan importantes para el reconocimiento como sujetos. El aislamiento hizo un llamado a qué hacer con el, o qué hacer los sujetos en ese espacio de aislamiento; muchos han aprovechado este espacio para reorganizar la vida familiar, para estrechar lazos mediante las fórmulas digitales, o simplemente lo han utilizado para hablar, leer, reflexionar. Y otros muchos han quedado atrapados en llenar ese espacio en consumir y ser consumidos, siendo paralelo al sentimiento de soledad afectiva. Y en esta soledad también convoca a otro encuentro, quizá más inesperado por escurridizo: quedarse a solas con-su-mismo; el drama es que, para muchos no ha habido un otro que ayude a atemperar este encuentro a solas con uno. Este encuentro deseado y necesario no ha sido posible, ha sido coartado para muchos.

Este texto tiene la ambición de hacer un recorrido sobre las consecuencias de la pandemia en los seres humanos, y tiene, sin conocer aún las secuelas psicológicas en la medida que esta experiencia aún no ha finalizado, el saldo del que tengamos que hacernos cargo a partir de su previsible finalización (más política que sanitaria). Fundamentalmente proponemos como núcleo central de este recorrido tomar contacto con lo que le sucede al psiquismo una vez que irrumpe en su esfera una adversidad amenazante como lo es el virus del covid-19 (hecho fáctico); para ello, nos haremos valer del concepto de lo disruptivo (Benyacar) frente a lo que frecuentemente es definido como una situación traumática, cuando lo traumático solo puede evaluarse a posteriori. La amenaza incierta sobre proyectos personales, sociales, familiares, económicos, académicos hace que sintamos miedo, tristeza, inquietud que son manifestaciones de lo disruptivo en nuestra conciencia.

Esto ya nos introduce en una advertencia importante sobre algunos riesgos que como profesionales podemos cometer:

• Vincular como causa de todo malestar subjetivo, sufrimiento o síntoma al estado de confinamiento y pandemia.

• Deslizarnos a patologizar los efectos del confinamiento y de la pandemia; ciertamente algunas de las manifestaciones requieren su abordaje clínicamente, pero sin necesidad de acudir a la patologización, ni de obturar la singularidad del sujeto, como efecto de la pandemia.

2. Efectos de la pandemia en la vincularidad

La pandemia se inició en China a finales de 2019; se ha extendido por el mundo con una fuerza inusitada. Si bien hace siglos el virus oriental de la Peste Negra se demoró tres años en viajar por la ruta de la seda hasta occidente, en esta ocasión ha tardado pocas horas en llegar a occidente en primera clase de algún avión. Y con la misma premura, el mundo ha esperado el advenimiento de la vacuna, la cual se ha demorado prácticamente un año.

La precipitación del virus fue impactante, desde sus dimensiones, descomunales, hasta por la portentosa capacidad para devastar el equilibrio emocional y tener consecuencias psicológicas.

Desde un punto de vista psicológico, algunos elementos han resultado sobrecogedores: la imposibilidad de prepararse emocionalmente, ni como sociedad ni como individuos, para acontecimientos de esta magnitud. El segundo es la celeridad con la que la epidemia se ha expandido, colapsando los sistemas sanitarios y la capacidad de respuesta de las instituciones. El tercero, la letalidad de una enfermedad que aniquilaba vidas con una velocidad vertiginosa. El cuarto que nombramos es la exigencia profesional y humana a la que se han visto sometidos profesionales (sanitarios), que se convirtieron en héroes teniéndose que hacerse cargo de nuestras vidas.

Quizá, este último elemento que aportamos cobre inusitada importancia: la extrema contagiosidad del virus. Una de sus consecuencias psicológicas y sociales es que ha impactado con su eficacia en nuestras relaciones vinculares, con los otros, en esta coyuntura que se manifestaba como la más necesaria y perentoria para los seres humanos cuando nos sentimos amenazados y en peligro. Se propulsó el miedo a contraer la enfermedad y a transmitirla a otros, seres queridos y potencialmente frágiles, con su acompañamiento de culpa.

Se impuso como medida de seguridad la pérdida del contacto físico; este es un transmisor esencial de los afectos; más tajante y cruel ha sido la medida de aislar al enfermo, de protegerse de él, de mantener una estricta distancia respecto de un ser humano, en general, y de los seres más cercanos para nosotros, que incluso fallecieron solos o abandonados por las instituciones (los mayores).

3. La irrupción de la pandemia en el psiquismo y sus consecuencias

Hacemos la aclaración que cuando indicamos psiquismo estamos incluyendo al cuerpo, que para nosotros es el yo del sujeto. Los cuerpos se han convertido en una amenaza. La pandemia ha proporcionado un cambio de la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Mbembe señala que ahora todos tenemos el poder de matar; el aislamiento sería una forma de regular dicho poder.

Algunos efectos en el cuerpo psicológico:

  • Los discursos refieren estados emocionales intensos, marcados por el cansancio, la desgana, la tristeza, el aburrimiento, la falta de concentración. También nos hablan de estados de bienestar, relajación y alegría, y finalmente se hace alusión a desregulaciones (pulsionales) que afectan a la alimentación, al deseo sexual e impulsos agresivos; en algunos casos, se trata de agudizaciones o manifestaciones de lo que ya estaba en estado latente.
  • Se produce una desregulación de la estructura temporal de las rutinas familiares; queda trastocado la alternancia del sueño y vigilia, de períodos de trabajo en casa y de horarios de alimentación.
  • Se manifiesta una dificultad para limitar espacios compartidos y espacios de privacidad; también se re-configuran espacios para habilitar el trabajo en casa o la asistencia a la escuela virtual. El exterior se introduce en el interior debido a las redes sociales e internet, alcanzando a desdibujar las fronteras entre ambos espacios.
  • El temor a contagiarse mediatiza tanto los contactos presenciales como las manifestaciones de afecto (saludarse, darse la mano, abrazarse, darse un beso, tocarse); los contactos se han transformado en terreno de propagación del virus. Se precipitan madres que manifiestan muy afectadas por el miedo al contagio, o el miedo a contagiarse y/o a que lo contraigan sus hijos y/o sus padres y madres, en fin, miedo a ser tomados por el virus o transmitirlo.
  • Se precipita la expresión de juicio social acerca del riesgo de contagio, ser contagiado, y de contagiar, de las conductas que ponen en riesgo la posibilidad de contagiar, el guardar o no el aislamiento. Esta expresión de juicio social apunta hacia la presencia del superyó, en su vertiente de imperativo (¡haz! o ¡no haz!).
  • Expresión de malestar, sobre todo en las madres, acerca de las tareas escolares que deben cumplimentarse en casa. En sus discursos se mencionan escenas cotidianas cargadas de angustia, agobio, cansancio, malestar y conflictos; el discurso insiste en dejar ver el exceso sentido de llevar a cabo el cuidado de sus hijos durante todo el día. Se precipitan sentimientos de culpa por las tareas pendientes, por aquello que no llegan a cumplir, por lo atrasado (ideales e imperativo superyoico)

4. La afectación psicológica de la pandemia en los niños

El aislamiento ha puesto también restricciones y límites a la satisfacción exogámica (goces mediante el lazo social con los otros), lo cual no ha dejado de ser problemático puesto que ha propulsado en los niños:

  • Angustia de separación.
  • Síntomas fóbicos.
  • Irritabilidad.
  • Cambios de voz hacia posiciones más infantiles
  • Regresiones (sobre todo en niños pequeños), como la demanda de biberón.
  • Enuresis que se habían resuelto en tiempos pasados.
  • Demanda de dormir en la cama de la madre y/o el padre.
  • Negación a salir fuera de casa a jugar.

En la escuela, o mediante los mecanismos digitales que han puesto en contacto a los profesores con sus alumnos, ha quedado de manifiesto la demanda de volver a la escuela, además del malestar adherido a la realización de tareas.

Las autoridades educativas se han propuesto el seguimiento y mantenimiento de los lazos escolares mediante la tecnología a disposición (no para todos); en cambio, también se ha obtenido como resultado una importante ineficacia de estas actividades con los niños más pequeños; estos, se han negado… para ellos la escuela no tiene sustitutos equiparables

La restricción a la escuela ha constatado la importancia y la vigencia de la comunidad escolar en cuanto que es un espacio exogámico que permite, empuja, articula la subjetividad de los niños

5. Duelo y adaptación

Hemos pasado de una existencia en la que nos habíamos adaptado a sus ritmos, límites, posibilidades, etc., en definitiva, a nuestra vida cotidiana, a otra, donde incluso hemos tenido que encontrarnos y adaptarnos a una situación que no había sido ni pronosticada ni vivida con anterioridad. Es decir, nos vemos obligados a hacer un duelo.

Si el duelo no se inicia, o no está bien elaborado, esto es, que no nos sacudimos la vieja normalidad para adaptarnos a la nueva, nos ubicamos en el riesgo de que se puedan precipitar efectos importantes como fobias graves y también patologías clínicas como la melancolía.

Hemos podido comprobar, las vicisitudes de personas que han determinado no salir a la calle, renunciando a sus relaciones externas; otros sujetos en los que los síntomas de limpieza, desinfección se han desarrollado de forma compulsiva hasta declararse de manera obsesiva; incluso otros que han desarrollado ideas conspirativas acercándose a ideaciones paranoides sosteniendo su propia inmortalidad.

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