La fobia es un miedo notable y anormalmente intenso hacia objetos concretos, o también el miedo puede depositarse en situaciones. Es preciso indicar que ni los objetos ni las situaciones producen este miedo normalmente.
Estos miedos pueden aparecer en la infancia, la adolescencia y en la vida adulta y supone una forma de estar alerta ante lo que creemos que pueda ser un peligro. La cuestión es de qué situaciones se trata…, es decir si estos miedos son muy intensos y ciertamente son de carácter irracional pasamos a llamarlas fobia.
Es un temor que depositamos en un objeto y/o situación, en el intento de elaborar la angustia, justamente depositándola en un lugar y dándole un nombre. A su vez, con el objeto de sacudirnos, o mejor de evitarlo, ese objeto que en primer lugar estará en nuestro interior lo externalizaremos y elegiremos un objeto adecuado que pueda representar simbólicamente a nuestro miedo y conflicto interno. Elegimos, pues, no de forma consciente, dicho objeto o situación en la medida en que nos representa.
Uno de los primeros autores en conceptualizar las fobias fue el propio Sigmund Freud. Describió cuatro tipos de fobias:
- Típicas o primarias, que las consideraba como miedos heredados de la humanidad en general – no constituían necesariamente una perturbación -.
- Histéricas, que constituían miedos de estímulo relacionados con recuerdos de situaciones traumáticas reprimidas.
- Obsesivas, que eran miedos que se basaban en el mecanismo de la «transposición de afectos» de la neurosis obsesiva.
- Agorafobia y otras fobias contingentes, que surgían de las crisis de angustia, sin mecanismo psicológico definido, crisis que a su vez eran elaboradas psíquicamente de manera secundaria.
Abordó principalmente las fobias infantiles animales; la agorafobia en menor grado. La idea de la angustia como energía permaneció de modo central en su teoría, y también el mecanismo de los síntomas fóbicos. La raíz del porqué de las diferentes fobias y de su formación, así como su relación con la angustia, nunca quedaron del todo aclaradas.
Las fobias en la infancia, adolescencia y adultos
Las fobias infantiles aparecen entre los 18 y los 24 meses, y surgen también muy a menudo síntomas de angustia difusa, anteriores a la fobia propiamente dicha. A medida que el desarrollo continúa, estas fobias pueden o no desaparecer.
Constituyen formaciones de compromiso en las que la angustia aparece asociada a la pérdida de objeto, pérdida de amor o angustia de castración, y el que va a ser causa del acontecimiento temido cambia de la persona amada a un objeto externo sustituto, junto a la angustia correspondiente.
En los adolescentes, en la mayoría de los casos, las fobias son transitorias, aunque en coyunturas excepcionales desencadenan una evolución posterior severa. La fobia en la adolescencia podría verse como un paradigma de cualquier negociación narcisista-libidinal, ilustrando los efectos de la oscilación de los investimentos del yo en el objeto por intermedio de la calidad y naturaleza del objeto perseguidor.
Las fobias en los adultos están todas parcialmente vinculadas con la amenaza de la integridad narcisista; por ejemplo, después de una enfermedad, de una pérdida, de una separación, cuando no han sido metabolizadas estas situaciones traumáticas.
