I. Criminología
En Criminología podemos establecer dos momentos; en el primero se inscribe la criminología precientífica cuyos exponentes son la Escuela Criminológica clásica y la del revisionismo neoclásico.
En el segundo es bajo el auspicio de la etapa científica donde se ubican la escuela positiva, la intermedia, la social, la ecológica y, por fin, la anómica.
Escuela Clásica
Las características del acto criminal son:
1. No existen distinción del ser humano delincuente o no delincuente; señala que todos los hombres son iguales.
2. Parte del supuesto que el crimen es un acto irracional e incomprensible. Se postula que el ser humano no ha sabido dirigirse por el camino que más le conviene a partir de la capacidad de decisión y de libertad.
3. Es más importante el comportamiento que el autor de quien realiza un comportamiento dado. El delincuente se precipita solamente como sujeto activo del delito; no merece más atención que esto.
4. No existe una etiología del crimen; este es consecuencia de un mal uso de la libertad. Todos los ciudadanos son considerados criminales en potencia, porque todos son libres. Las situaciones específicas son las que explican caso a caso la opción del ser humano a la realización del crimen.
5. El crimen es un comportamiento que exige un castigo. Esta Escuela fundamenta la legitimación y delimitación del castigo; postulan conclusiones sobre el cuándo, el cómo y el por qué se castigan los delitos; la respuesta a la conducta delictiva da lugar a una pena justa, proporcionada dirigida a la utilidad.
Escuela Positiva
Para esta escuela el comportamiento criminal se sustenta en:
1. La conducta criminal es un hecho de la naturaleza; debe tomarse como un ente real, actual con estatuto de existencia.
2. Un comportamiento llevado a cabo por un delincuente es debido a las influencias del medio en que vive; Los objetivos de esta Escuela es la readaptación del delincuente, estableciendo sustituciones penales.
3. La escuela postula que un comportamiento está marcado por un determinismo; en este sentido, la voluntad del ser humano no alcanza algún papel en sus actos; los individuos criminales no tienen libre albedrío y, por tanto, están determinados a la realización de delitos.
4. La Escuela sustenta que el comportamiento es variado y está en estrecha dependencia del perfil del criminal. Reconoce la existencia de tipos criminales.
Ambos momentos y consideraciones epistemológicas acerca del acto criminal coinciden en mantener la creencia de que el comportamiento humano sustenta conductas extrañas al propósito de su naturaleza; así es el caso del comportamiento criminal donde las causas de su existencia se basan en factores externos, por ejemplo, la irracionalidad y/o las desviaciones y/o los rasgos biológicos y, por supuesto, las precipitaciones ambientales.
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2. Psicología, crimen y criminalidad
El crimen se refiere a un acto específico, espacial y temporalmente circunscrito, la criminalidad denota la tendencia a implicarse en tales actos. De este modo, las explicaciones de la llamada conducta criminal pueden intentar explicar:
a) cómo y por qué se produce el acto puntual del crimen
b) por qué un individuo tiene tendencia a implicarse en actos de ese tipo. Desde la psicología, la mayor parte de las explicaciones se ocupan de la criminalidad y no tanto del crimen; sobre el acto concreto, sus circunstancias y sus factores próximos, se han desarrollado otras opciones que, recuperando el espíritu del clasicismo criminológico, conciben el crimen como el resultado de un cálculo racional, en el que se ponderan costes y beneficios, y en el que cobran protagonismo los factores situacionales inmediatos (presencia de víctimas accesibles, nivel de vigilancia) (Clarke, 1980)
Desde una perspectiva institucionalista o legalista, el objeto de estudio debe ser el crimen legalmente definido y los sujetos de la investigación deben ser aquellos individuos que han sido procesados y convictos en el sistema legal.
En cambio, desde una perspectiva realista se incluyen como objeto de estudio aquellos individuos que han cometido conductas delictivas, independientemente de que se haya producido o no detención y procesamiento oficial; se enfatiza que sólo una pequeña proporción de sujetos que cometen delitos llegan a ser aprehendidos y convictos y, además, los sujetos que llegan al final del proceso pueden ser muy poco representativos del total de individuos que violaron la ley. La adopción de una u otra visión, institucionalista versus realista, tiene implicaciones metodológicas importantes para la psicología criminológica.
La opción institucionalista suele realizar estudios de comparación entre criminales convictos y sujetos de la población general. Sin embargo, desde una postura realista, se recurre a formas más directas de evaluar la conducta criminal como los autoinformes, que, a pesar de los recelos, han venido demostrando su fiabilidad y su validez al menos cuando se utilizan en condiciones no amenazantes y se garantiza el anonimato.
Frente a la rígida dicotomización delincuente-no delincuente implícita en los estudios de comparación, los trabajos con autoinformes conciben a la conducta delictiva como un continuo, que puede asumir muy diferentes grados y formas de manifestación.
Conviene indicar que para la psicología criminológica adquieren importancia conductas que, sin ser estrictamente delictivas, son transgresiones de normas sociales comúnmente aceptadas y/o infligen daño a los demás. Diversos autores han manifestado que, desde un punto de vista psicológico, la conducta criminal es sólo una parcela de una categoría más amplia de comportamientos que violan normas, sean éstas legales o no.
Es en este sentido que muchos autores prefieren como objeto de estudio a la conducta antisocial; esta es una categoría en la que se incluyen, por ejemplo, conductas agresivas y muchos comportamientos disruptivos juveniles que no son propiamente delictivos. Estas conductas antisociales tienen antecedentes y manifestaciones muy semejantes a la delincuencia propiamente dicha, y son buenas predictoras de las carreras criminales, por lo que su investigación permite desentrañar los orígenes tempranos de la delincuencia y avanzar hacia su prevención.
3. Factores psicológicos explicativos de la conducta criminal o antisocial
Señalaremos, en primer lugar, aquellos factores de carácter psicosocial o microsocial, relativos a los espacios de interacción más próximos al individuo. Concretamente, los llamados contextos de socialización: familia, escuela y grupo de amigos que han sido objeto de un amplio caudal de investigación dentro de la psicosociología de la delincuencia.
En segundo lugar, señalamos las principales corrientes de estudio sobre factores de carácter más individual; por un lado, las variables de personalidad y por otro, un tema clásico de investigación: la inteligencia. Como marco integrador de diversos factores psicológicos, se ubica el planteamiento de Moffitt (1993) constituyendo un ejemplo muy representativo de una nueva generación de modelos teóricos que, en los últimos tiempos, están ejerciendo una amplia influencia en este campo de conocimiento y que han mostrado su utilidad para organizar un área tradicionalmente deshilvanada.
Finalmente, se postula la psicopatía, una categoría de conductas y atributos personales con una enorme relevancia social y clínica y que, pese a los avances que se han producido en su explicación y su tratamiento, continúa siendo un tema complejo.
4. Psicoanálisis y crimen
El psicoanálisis presenta una nueva manera de investigar la personalidad y las características de conducta del criminal, distinta a la identificación de rasgos de personalidad y la construcción de tipologías de conductas, que ha sido la tendencia que la psicología y psiquiatría criminal han desarrollado, inspiradas en la perspectiva positiva de la criminología.
Las aportaciones del psicoanálisis, a partir de las contribuciones de Freud, de Lacan Zuleta y Miller, plantean como hipótesis de trabajo que el error de la concepción del acto criminal dentro de las teorías criminológicas se ha debido al desconocimiento u olvido (y esto, ciertamente, no es casual), por parte de los investigadores, de la motivación inconsciente del comportamiento; esta variable inconsciente posibilita la identificación del perfil conductual, además de la exploración de las intenciones de quien actúa.
El estudio del crimen desde una perspectiva motivacional posibilita establecer:
1. El modus operandi y el repertorio conductual del criminal
2. El focus del crimen
3. La intencionalidad de quien comete un delito
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5. Estado de las cosas del comportamiento criminal
Los estudios que, desde la psicología y la psiquiatría, se han desarrollado para establecer las causas personales que favorecen el surgimiento de comportamientos delictivos, se han centrado en dos aspectos: uno, en identificar los rasgos de personalidad propios de los criminales, y dos, en evaluar y determinar los trastornos psicopatológicos en la población carcelaria.
Estas investigaciones se sustentan en la creencia de que el criminal es un ser excepcional, con características psicopatológicas y de personalidad particulares; en última instancia son las causas del acto criminal.
El estado actual ha llevado a una extensión de los crímenes y a una reevaluación de las teorías psicológicas y psiquiátricas que explican el comportamiento criminal; es en este estado de la cultura donde se precipita el psicoanálisis como contrapartida a las explicaciones positivistas. Así, se produce un giro en la práctica psicoanalítica, ampliándose el dispositivo analítico más allá de las consultas privadas y públicas a otros dispositivos. El psicoanálisis entra en acción.
La incidencia del psicoanálisis acerca de la subjetividad supone un desafío en el desempeño de dar respuestas a los síntomas sociales, eso sí, conservando los principios éticos en lo que se sustenta el psicoanálisis. La primera cuestión que emerge es preguntarse de si es lícito aplicar el psicoanálisis a la criminología o, si acaso debemos denominar a esa práctica de intervención analítica en dispositivos no analíticos.
El discurso analítico, allí de donde se aplique, produce un sujeto; el operador es el deseo del analista, que se hace precipitar en el dispositivo analítico y, también, en otros dispositivos. Por lo tanto, el deseo del analista es el que opera tanto en la acción lacaniana (Miller indica que dicha acción se dirige a un sujeto extraído de la masa) como en el acto puramente analítico.
Cuando observamos los actos criminales, sobre todo aquellos que han remarcado los medios de comunicación por su llamada a la población, nos hace preguntarnos tanto por la ley en la civilización como por la incidencia de la pulsión y sus restricciones en los sujetos.
Para ello, nos ubicamos en algunos textos de Lacan: Introducción teórica de las funciones del psicoanálisis en criminología, y La ciencia y la verdad. En el primero, Lacan articula el advenimiento de la modernidad y el crimen. Postula la responsabilidad del sujeto particularizado de la sociedad moderna; este concepto es donde Lacan fundamenta las aportaciones del psicoanálisis al ámbito del derecho, salvando la diferencia de que el concepto de responsabilidad no es el mismo para el discurso jurídico que ciertamente para el analítico. En este primero hay un continuum entre culpa y responsabilidad; en cambio, para el psicoanálisis, en la medida en que un sujeto puede sentirse culpable sin tener que haber realizado un acto que lo sustente fácticamente y, también culparse y en cambio no hacerse responsable.
Lacan realiza una lectura de la sociedad moderna y de lo que se desprende de la misma, esto es, la subjetividad; para ello, se basa en los desarrollos edípicos de Freud. Postula, a partir de esta lectura, la conclusión que el aumento de los crímenes está altamente relacionado con los efectos patógenos producidos por el declive de la autoridad paterna y por la supresión del sujeto (forclusión) por parte de la ciencia que se pone al servicio del capitalismo. Para Lacan, los textos freudianos, no centrado en el Edipo, permiten una lectura sobre el Otro social, y de lo que se produce en el seno de ese Otro social, la irresponsabilidad que se genera a partir de la sociedad moderna capitalista.
Siguiendo este discurso, Zuleta postula que es el determinismo psíquico la causa del comportamiento criminal, aportando un giro acerca de las investigaciones sobre las causas personales y sociales que determinan el crimen. Así, esta mirada tiene la implicación de analizar las relaciones intersubjetivas con el objeto de determinar si estas relaciones influyen en la estructuración de la personalidad del criminal; de la misma forma, significa poner el interés en la manera en cómo inciden las relaciones intersubjetivas, en cómo son vividas por el sujeto y, por fin, cómo determinan su comportamiento.
El determinismo psíquico que plantea Freud permite entender, primeramente, que el ser humano no está determinado principalmente en sus actos por el estado actual de su organismo, sino por sus relaciones con los otros seres humanos: lingüísticas, afectivas e históricas, es decir, por su infancia. Y, en segundo lugar, en que existe una determinación que no conoce, pero que produce eficacia y que es articulada por el inconsciente.
Y ahora ya estamos en condiciones de abordar las causas por las que un determinado individuo produce un acto criminal. Para la ley jurídica, el delito está tipificado y conlleva un castigo, a diferencia del psicoanálisis donde se trata de una operatoria que en cada sujeto deja un goce interdicto; esta es una constatación es de uno por uno, no siendo validada como categoría universal del derecho.
El lazo social se afirma si se conserva el anudamiento del sujeto a la ley. El lazo social está definido a partir del texto de tótem y tabú; el pacto social sobreviene a partir del crimen primordial como fundante de la ley (recordemos al padre que es el único que se da derecho a gozar mientras que los hijos son testigos de ello). De esta forma con la ley y el crimen se inicia el ser humano. La referencia a la humanidad desde el psicoanálisis se establece por el lazo de un sujeto con el límite que le impone la ley de prohibición del goce. Lo humano en Freud y Lacan está delimitado por ese lazo social que vincula al sujeto con el Otro; matizando que esta humanidad (particular) es del uno por uno, nunca la Humanidad (en el sentido de universal).
La posición psicoanalítica permite determinar que la única forma posible que tiene el ser humano para existir tanto en lo psicológico como en lo cultural es la de asumir el límite, la prohibición dictada por la norma. Para ser humano, el postulante a sujeto debe someterse al Otro (cultura), en un proceso de alienación que va desde la relación imaginaria de completud que le permite la relación con el otro materno (entiéndase a esta o aquel que haga su función) pasando a continuación al Complejo de Edipo y la castración.
Para el psicoanálisis el ser humano, es un ser alienado por estructura; se da por efecto de la doble prohibición a asumir: a nivel individual (psicológica) será la castración, y a nivel social (cultural) incumbe al incesto. Esto es lo que sostiene que en el discurso psicoanalítico se hable de sujeto, ya que es el estar sujetado a Otro, que es la norma cultural.
Unos párrafos más arriba señalábamos que la ley es la única posibilidad que tiene el sujeto para albergar una existencia psíquica y cultural, y lo anudábamos a que el sujeto es un ser alienado a una interdicción que le antecede y le sigue.
Ahora bien, la forma en cómo cada sujeto asume la norma y la ley es particular, no es igual en todos. Así, nos encontramos con los neuróticos que asumen la ley de forma dolorosa, otros (los perversos) que se ubican frente a la ley para transgredirla y violarla, y, por fin, aquellos sujetos que se mantienen fuera de la ley, quedando forcluida (negada). Estas tres formas de abordar la ley son equivalentes a las estructuras psíquicas posibles: neurosis (con sus versiones de histeria y obsesión), perversión y psicosis.
En estas estructuras psicológicas señaladas es donde se ubican todos los sujetos, desde aquellos que transgreden la ley (delincuentes e infractores, muchos de ellos internos en centros penitenciarios) pasando por los no delincuentes, aquellos que no han sido condenados por el sistema judicial social.
El criminal no es un ser distinto, o excepcional, en su estructura psíquica frente a los otros que no lo son; no se valida, pues, el intento de consolidar una psicopatología particular del criminal, en la que puedan inscribirse los rasgos de la conducta criminal; lo central para entender la causalidad psíquica que anima el acto crimina no pasa por la descripción de los rasgos de personalidad sino que lo determinante es la dinámica inconsciente que sustenta dicha actuación, y que es lo que Zuleta con Freud denominaron determinismo psíquico nate un asesino, la pregunta, por la operatividad inconsciente, podría ser a quién mata el asesino, introduciendo justamente la causalidad de que hay a otro que mata y no es el asesinado en la realidad).
Si analizamos las características de personalidad y del repertorio conductual del criminal que muestran los manuales diagnósticos encontramos algún parecido con los comportamientos de los sujetos que se ubican en una estructura psíquica perversa o psicótica. En cambio, esto no nos autoriza a tomar estos rasgos de personalidad como predictores de comportamientos criminales en la medida en que no es correcto indicar que todo perverso o psicótico pueda realmente llegar a ser un delincuente.
Desde el conocimiento del psicoanálisis, el acto criminal emerge según sea la manera de organizarse el deseo y el goce en la vida psíquica de cada sujeto; es decir, el acto criminal, tiene que ver con el más allá del principio del placer, con la compulsión a la repetición; estos dos fenómenos psíquicos fueron estudiados por Freud, dando sentido a los síntomas, a los sueños, a los actos fallidos y los chistes, que constituyen las formaciones del inconsciente.
De la misma manera que no se sigue que si un sujeto tiene rasgos perversos o psicóticos sea una condición suficiente para armar una perversión o una psicosis, tampoco lo es que se siga que dicho sujeto puede alcanzar a ser un criminal. El acto del crimen es el contenido manifiesto de una acción que sostiene una dinámica psíquica inconsciente, que se encuentra oculta y reprimida dando cuenta de lo que hemos llamado causalidad psíquica, que se nos escapa a la comprensión de la racionalidad cartesiana, no operando bajo las mismas condiciones de la razón.
El acto criminal tiene la misma estructura que el síntoma, esto es, supone la denuncia de un conflicto pulsional; la repetición compulsiva tiene el sentido de intentar saldar un conflicto no resuelto. El acto criminal, de la misma forma que el síntoma, ubica al sujeto en una forma mortificante de gozar (inscrito en la dinámica del más allá del placer freudiano) y de relacionarse con el otro.
Finalmente, señalamos algunos de los textos que Freud aporta a la criminología: “el delincuente por sentimiento de culpa”, “las excepciones”, “los que fracasan al triunfar”, “la perversión colectiva y La negación”. En estos trabajos, Freud explica que el crimen, al igual que cualquier acción humana, está sujeto a una dinámica inconsciente, que moviliza un deseo que no obedece a la lógica racional, el cual da cuenta de la vida anímica y subjetiva.
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