Abordaremos el envejecimiento en adultos mayores, explorando la intervención terapéutica, el cuidado emocional, el duelo y la influencia de experiencias pasadas en la salud mental.
Envejecimiento
La vejez ha de considerarse como un proceso gradual y no como un estado. Se trata del conjunto de cambios graduales que intervienen en cada sujeto y que originan efectos no homogéneos en los sujetos; sujetos en la misma edad cronológica son muy distintos. La edad cronológica sólo es una referencia relativa; conviene tener en cuenta criterios como:
• Edad biológica: De esta forma, se tienen en cuenta los cambios físicos y biológicos que se van produciendo en el organismo.
• Edad psicológica: Define la vejez en función de los cambios cognitivos, afectivos y de personalidad. El crecimiento psicológico y la capacidad de aprendizaje pueden continuar a buen ritmo durante la vejez.
• Edad social: Tiene relación con la vida laboral y con los diferentes estereotipos o prejuicios. Varía según las sociedades.
Actualmente existe cierto consenso en que el envejecestente es aquel que está cursando entre los 55 y los 75 años, periodo que suele nombrarse como envejecimiento.
El envejecimiento puede definirse como un proceso progresivo, natural y lento de transformación, que afecta a los seres vivos desde su nacimiento hasta su muerte. Desde el punto de vista clínico y práctico, podemos considerar que el envejecimiento se inicia cuando finaliza el desarrollo y, por tanto, está más relacionado con la suma de las alteraciones que se producen con el paso del tiempo después de que el sujeto ha alcanzado su madurez y que conducen al deterioro de las funciones, culminando en la muerte.
Existen numerosas definiciones de envejecimiento. La psicología del envejecimiento lo define en el ser humano como el proceso por el que el individuo con el paso del tiempo va perdiendo vitalidad, entendiendo vitalidad como la capacidad que tiene el organismo para realizar sus diferentes funciones biológicas. Ello conlleva una mayor vulnerabilidad ante cualquier agresión externa o situación de estrés.
Tres teorías intentan explicar el proceso de envejecimiento:
1.Teoría exógena o ambiental: Plantea que el envejecimiento es la consecuencia de múltiples factores como la dieta, factores climáticos, etc., todos ajenos o externos al organismo. Estos agentes producirían acciones lesivas puntuales y/o acumulativas que no podrían ser adecuadamente corregidas por los mecanismos de defensa del individuo.
2.Teoría genética:Propone que el envejecimiento se debería a información contenida en la carga genética del individuo que determinaría los cambios asociados a la edad.
3.Teoría mixta: Argumenta que una lesión exógena sobre el organismo mantenida o puntual podría ser la responsable de un cambio en los genes que desencadenaría el envejecimiento, es decir el organismo tiene una cierta predisposición a envejecer que se vería modulada por la aparición de agentes exógenos.
Las ciencias que se ocupan de este periodo de la vida son fundamentalmente, la Gerontología, la Geriatría y la Psicología geriátrica; esta última se ocupa del estudio de la ancianidad y de los problemas adyacentes al proceso de envejecer. Los principales problemas más comunes de los adultos mayores, que aborda la Psicología geriátrica, son las consecuencias psicológicas tras la jubilación, la depresión, los trastornos del sueño y el dolor crónico.
La Gerontologíaes una ciencia que se encarga del envejecimiento de las personas. En ella confluyen conocimientos de la psicología, la medicina, la educación, la sociología. todo con el objetivo de convertir la experiencia de envejecer en una aventura menos negativa, y por qué no, incluso positiva.
La palabra proviene del griego Geronto= anciano, y logos= tratado; es el estudio de la vejez. Entendemos esto como el conjunto de conocimientos y estudio del fenómeno del envejecimiento en su totalidad. Por lo tanto, la Gerontología abarca las aportaciones de todas las disciplinas científicas, filosóficas, artísticas, etcétera, sobre el envejecimiento. Es muy vasta, y la Geriatría constituye la parte eminentemente biológica, médica, de la Gerontología.
La Geriatría proviene del griego Geron = vejez, y tría= curación; es la rama de la Medicina Interna, que estudia los aspectos fisiológicos y las enfermedades de la vejez. La Geriatría es una parte de la Gerontología.
Las dos ramas de la psicología relacionadas con el tema son la psicogerontología y la psicogeriatría. Podemos considerar entonces que la psicogeriatría es una rama de la psicogerontología y se ocupa de la patología de la vejez. La Psicogerontología tiende a ser considerada frecuentemente como una rama de la Psicología Evolutiva que se ocupa del estudio de las últimas etapas del ciclo vital.
Haciendo un trabajo de síntesis, podemos sostener la definición de ser un conjunto de aportaciones tanto teóricas como prácticas de diversas áreas de la psicología al proceso de envejecimiento. La psicogerontología es un campo científico multidisciplinar, pues incluye todo lo que hace al estudio del envejecimiento psicológico normal, a la promoción de salud mental y prevención de enfermedades psíquicas. Está estrechamente relacionada con la Psicogeriatría, especializada más en las enfermedades mentales del envejescente y del anciano.
Cómo el psicoanálisis interpreta los cambios emocionales y cognitivos en la vejez
Cambios cognitivos
Los principales cambios en el proceso de envejecimiento están relacionados con nuestra estructura cognitiva, esas características psicológicas de las personas mayores que suelen destacar al ser observables por los demás.
Se produce un enlentecimiento del tiempo de procesamiento, por lo que la persona mayor necesita más tiempo para entender y procesar la información. El cerebro tarda más tiempo en dar una respuesta, tanto verbal como motora.
Se puede producir una pérdida de memoria, no patológica, simplemente asociada a la edad. Pueden ser en forma de olvidos temporales o de detalles. En este caso, los mayores necesitan de apoyos externos que les facilite el recordar citas, situaciones, etc. En algunos casos conviene el establecimiento de estimulación cognitiva.
Ciertamente existen importantes deterioros cognitivos, más radicales, bajo el epígrafe de las denominadas demencias (vascular, cortical, subcortical, etc.) hasta la más conocida como Alzheimer.
Con el paso de los años se van deteriorando las funciones que desempeña nuestro cerebro lo que puede conllevar incapacidades en determinadas áreas cognitivas tales como la memoria, la inteligencia, etc. Este deterioro recibe el nombre de demencia. De forma genérica, podemos distinguir dos tipos de demencia; la demencia de tipo orgánica y la funcional. El primero lo diagnosticamos cuando existe una causa fisiológica mientras que el segundo está relacionado con alteraciones psicológicas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la demencia como una alteración progresiva y grave de la memoria y del pensamiento que, a los seis meses de evolución, deja a la persona imposibilitada para realizar las actividades de su vida diaria.
La presencia de demencia en una persona no implica siempre irreversibilidad, por lo que podemos hablar de demencias reversibles e irreversibles. Las demencias reversibles remiten con el tratamiento adecuado y están asociados a episodios demenciales en los que la persona manifiesta una serie de síntomas psicológicos y de conducta sin presentan etiología particular. Las demencias irreversibles son consecuencia de disfunciones cerebrales que provocan deterioro intelectual irreversible e incurable hasta el momento.
Al lado del trastorno cognitivo encontramos otros síntomas emocionales y afectivos: trastornos del humor y la afectividad, actividad alucinatoria.
La enfermedad de Alzheimer es una encefalopatía degenerativa, es la más frecuente de las demencias y tiene especial afectación en la memoria tanto reciente como remota, produce trastornos viso espaciales y viso-constructivos, de cálculo, praxias, abstracción, etc.
Cambios emocionales
Uno de los principales cambios en el proceso de envejecimiento se produce en el campo de las emociones. Los mayores luchan ante desafíos emocionales: La soledad, la pérdida de seres queridos y la transición a la jubilación son solo algunos ejemplos. Se produce un cambio de prioridades en sus vidas, por lo que surge la necesidad de adaptación, y es debido a ello que a veces se deriva que en la vejez se pueda acompañar por un proceso depresivo, igual de normalizado y entendido que en etapas anteriores del desarrollo. Precisan de tiempo para entender y aceptar su nueva situación.
En perspectiva psicodinámica se trabaja con un sujeto histórico y contextual. Un sujeto cuyas marcas antiguas tienen ecos en el presente, que permite comprender cómo las emociones actuales están sostenidas en experiencias y deseos inconscientes. Dos elementos teóricos puntuales resultan apropiados para hablar de claves emocionales en la vejez desde esta perspectiva: el narcisismo y las defensas maníacas.
Freud postula el narcicismo como una magnificación del sí mismo, sobre las líneas de la idealización. Es un estado mental cuyo objetivo es la mejora del sí mismo, por lo que la energía se dirige hacia adentro en lugar de hacia afuera. Cuando existen autorreproches dirigidos hacia esa idealización se precipitan emociones negativas que podrían comprenderse bajo los referentes de la depresión.
La omnipotencia y las heridas narcisistas son aspectos con los que hay que manejar a lo largo de toda la vida; en cambio, en la vejez las pérdidas suelen ser irrecuperables: no se puede dar la vuelta atrás al tiempo, sin posibilidad de rectificar equivocaciones en la vida, lo que convoca un sentimiento de impotencia.
Las defensas maníacas, descritas por Melanie Klein se refieren a un sentido de omnipotencia (es la característica central de la manía), basada en el mecanismo de la negación, y se utilizan para no afrontar sentimientos difíciles, como la tristeza y la preocupación. El colapso narcisista da lugar a la sombra de la dependencia y a los miedos existenciales de morir.
Cabe señalar que los comportamientos autodestructivos que ocurren cuando fallan las defensas narcisistas y emergen las maníacas se vinculan con la incapacidad de aceptar una realidad que maneje los sentimientos de pérdida. Estos sentimientos de derrota (comprendidos como depresión) se pueden comprender como una coartada para hacer huelga de brazos caídos ante lo que aún le queda por hacer a un sujeto.
El abordaje psicodinámico propicia la elaboración del duelo y el trabajar las fortalezas yoicas, ofreciendo a los sujetos la posibilidad de revisar su propia historia, aunado a la posibilidad de aceptar las nuevas condiciones y construir un nuevo lugar desde el que la vida siga teniendo sentido vivirla.
Las etapas del envejecimiento y su vínculo con el inconsciente
La vejez es una etapa de la vida que, al igual que cualquier otra, se experimenta de manera única para cada individuo. Su vínculo con el inconsciente es la convocatoria al abordaje de las pérdidas y, por tanto, del duelo, acerca de lo que ya no es, de lo que ya nunca volverá a ser, y de aquello que, además nunca ha alcanzado, alejándose del sujeto. Lo inconsciente está teñido de narcisismo y por tanto de la estima propia.
A medida que envejecemos, atravesamos diferentes etapas, cada una con sus propias características y desafíos. Abordaremos las 4 etapas de la vejez analizando aquellas características fundamentales de este proceso, y estableceremos las pautas marcadas por la OMS.
1. Primera Etapa: Prevejez o Jubilación
Esta etapa generalmente comienza alrededor de los 60-70 años, marcada por la transición de la vida laboral activa a la jubilación. Durante la prevejez, muchos individuos pueden disfrutar de la libertad y el tiempo libre que les brinda la jubilación. Sin embargo, también puede ir acompañada de ajustes emocionales y de identidad, ya que las personas se adaptan a una nueva rutina y encuentran significado más allá del trabajo. Otra palabra que define a la persona que finaliza su vida laboral es la de retirado; esto conlleva una significación concreta que conlleva un aporte hostil hacia el adulto mayor desde el ordenamiento social
Uno de los principales cambios en el proceso de envejecimiento son la pérdida del trabajo, la jubilación; es de los primeros hechos sociales importantes. Socialmente se la considera como la etapa de entrada a la vejez. Este hecho provoca un cambio relevante en la vida del individuo referido a cotidianidad, vivencias, relaciones sociales y familiares, función y posición social, etc.
La jubilación puede ser recibida, a veces, con grandes expectativas e ilusiones, también puede dar paso a sentimientos de desesperanza y decepción, particularmente en los hombres ya que la ocupación laboral está vinculada al poder, reconocimiento, dinero, posición social, etc., sobre todo si no se ha podido significaba no se ha sustituido por otras ocupaciones.
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2. Segunda Etapa: Vejez Temprana
La vejez temprana se despliega desde los 70 hasta los 80 años. En esta etapa, las personas pueden enfrentar desafíos relacionados con la salud, pero aún mantienen niveles significativos de autonomía y capacidad funcional. Las personas en esta etapa continúan participando activamente en la vida social, disfrutando de actividades placenteras de ocio.
Los aspectos biológicos del envejecimiento constituyen, a partir de una cierta edad, una fuente de preocupaciones importantes. Los expertos en la materia sitúan la línea divisoria entre 1os 75 y 80 años. Será más evidente, a partir de 1os 85 años, cuando las cuestiones referentes a las enfermedades se pondrán en primer plano de una manera generalizada.
Siempre hemos de tener en cuenta que las diferencias individuales son importantes, tomando relieve el estado de salud previo de las etapas evolutivas anteriores. La actividad física moderada y unos buenos hábitos alimentarios e higiénicos son unos buenos elementos preventivos.
3. Tercera Etapa: Vejez Intermedia
La vejez intermedia, que abarca los 80 y 90 años, puede caracterizarse por cambios en la salud física y mental más evidentes. Es común que las personas en esta etapa experimenten una disminución de la movilidad y una mayor dependencia en términos de cuidado y apoyo. A pesar de estos desafíos, muchos individuos encuentran satisfacción y significado en relaciones familiares y conexiones interpersonales.
4. Cuarta Etapa: Vejez Avanzada o Fragilidad
La vejez avanzada, a partir de los 90 años, se vincula con una mayor fragilidad y vulnerabilidad física. En esta etapa pueden demandar una mayor atención médica y apoyo en las actividades diarias. A pesar de los desafíos, muchos sujetos mantienen una calidad de vida significativa, en especial cuando están a su disposición una red sólida de cuidadores y el medio es de apoyo.
Las Etapas de la Vejez según la OMS
La Organización Mundial de la Salud ha establecido categorías para la vejez según la edad cronológica:
65-74 años: Joven o temprana
75-84 años: Intermedia
85 años en adelante: Avanzada
Estas categorías reflejan la variabilidad en la salud y la capacidad funcional de las personas mayores.
Respecto a las concepciones mis habituales sobre la vejez, podríamos decir que hemos pasado de las teorías de la desvinculación sostenidas por Cumming y Henry, las cuales sostenían que había que acompañar y favorecer el proceso natural de desvinculación de las personas mayores, respecto de su participación e implicación en las actividades sociales, a las teorías encabezadas por Havighurst que sostenían lo contrario, según las cuales las personas mayores tenían que mantenerse activas el mayor tiempo posible, en la medida en que favorecería el sostenimiento de sus capacidades.
Ambas teorías se encuentran en el plano de lo psicosocial, que hace referencia a la vinculación, o no, al entorno social. Según estas concepciones, con la forma cómo el individuo se relaciona con el mundo externo, sin tener en cuenta lo que se articula en el interior del sujeto respecto a su vejez. Sin embargo, la dimensión psíquica tiene relación con la manera cómo el individuo vive y encara su propio proceso de envejecimiento. También hay que señalar que está condicionada por los factores biológicos y por los factores sociales, aunque es importante recalcar que tiene un valor propio una entidad propia, una interioridad tal como señala Jung, que lo invita a dirigirse bien hacia la aceptación o a la regresión, negación, etc. de su propia vejez, de esos cambios que se le imponen, bien sea desde la biología, bien sea desde lo social.
Impacto de la vida pasada en la vejez
Cuando hablamos de la resignificación del pasado, hablamos de otro tiempo, donde lo actual cambia el pasado, el recuerdo y la vivencia; cambia en la medida en que adquiere una nueva significación.
Desde este punto de vista del tiempo, podemos considerar la vejez como un momento más del desarrollo que va a producir sus propias resignificaciones y cambios.
La aparición de reminiscencias, de recuerdos de su historia personal, es un indicador de la elaboración normal del duelo. La nostalgia supone una tristeza dolorosa al recordar, en la que el sujeto hace hincapié en lo que no ha sido alcanzado, en lo no conseguido. El ideal se presenta al sujeto como inalcanzable y así surgen sentimientos de culpabilidad y de frustración. Tal como señala Krassoievitch, la persona recuerda con dolor y experimentando un malestar.
Los interrogantes acerca de quién es la persona ahora, sobre lo que hará, de su valía, inquietan y plantean una búsqueda de sentido para este tiempo que queda para vivir.
Podemos estructurar, por tanto, el tiempo en tres registros.
1. Tiempo realista. Se trataría del tiempo que tiene que ver con la edad biológica.
2. Tiempo inconsciente. Se trata de un tiempo atemporal. La realidad y los acontecimientos, incluido el acontecimiento de la edad, se inscriben de manera diferente e inconsciente en cada sujeto.
3. Historia personal. Tendría que ver con la interrelación de los dos tiempos anteriores. Se inscribe dentro de este epígrafe, la historia de los significantes, no de los sucesos. Es la historia personal lo que constituye la subjetividad.
La importancia de la resolución de conflictos pasados para un envejecimiento saludable
Vinculamos el establecimiento de un envejecimiento saludable a la resolución de crisis anteriores; si estos conflictos, que señalamos con anterioridad, condensados bajo el epígrafe de crisis de la mediana edad, son resueltos, digamos, satisfactoriamente, el adulto mayor se encuentra en condiciones de hacer frente con éxito el logro de un desarrollo maduro.
El punto central lo situamos en dos características cruciales de la vida humana: la inevitabilidad de la propia muerte y la existencia de odios e impulsos destructivos en el interior del sujeto. Estas realidades, su puesta en juego, implica que el contenido psíquico gira en torno a lo trágico, a lo reflexivo y a lo filosófico.
Los conflictos de la mediana edad se precipitan cuando hay que renunciar a la idealización y a la omnipotencia de la juventud; y cuando ya no se puede enfrentar con defensas maníacas y con negación la inevitabilidad final de la muerte y la existencia interna del odio y de los impulsos destructivos. De ello se sigue que la madurez adulta solo puede lograrse haciendo frente a la muerte y a la presencia de los impulsos destructivos.
La crisis de la media edad es una reacción que se precipita en todos los sujetos una vez que han dejado de crecer… y han empezado a envejecer, cuando su infancia y juventud ya han pasado y es preciso hacer su duelo. El núcleo central de la mediana edad es el de la toma de conciencia de la realidad de la muerte final personal y de su inevitabilidad.
Este modo en cómo se responde en esta etapa tanto se afronte o se niegue está influenciada por el significado inconsciente que se atribuye a la muerte y que depende de la relación infantil inconsciente con la muerte. Y es lo que permitirá definitivamente el afrontamiento de la etapa de la vejez y que esta sea encarada de una forma posible.
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El duelo y la pérdida en los adultos mayores
Con la palabra duelo nos referimos a un proceso de trabajo que el sujeto se ve obligado a hacer para superar las pérdidas y volver a encontrarse con la ilusión vital.
Algunas de las pérdidas más frecuentes en esta edad son las de la salud física, la disminución de las capacidades, la pérdida de compañía (sentimiento de soledad) y la pérdida del cónyuge. Otras como La pérdida del trabajo, la declinación del estilo o calidad de vida y la disminución de las responsabilidades, también son validadas como importantes.
El duelo es un proceso que da lugar en todas las etapas de la vida. Así, afirmamos que el duelo es fundante en el sujeto en tanto que es producto de la primera pérdida, la pérdida de la ilusión narcisista con la madre. Ello nos indica que la dificultad para hacer un duelo va a venir marcada por ese duelo fundante y por toda la cadena de duelos que se han realizado o no a lo largo de la historia de un sujeto.
Un duelo se lleva a cabo, da lugar a su finalización, si a su término existe el acto. Definamos qué es un acto; este no siempre conlleva necesariamente una acción encaminada a catectizar un nuevo objeto que sustituya al que ya no está. Un acto es aquello que da cuenta de la función simbólica que opera en el sujeto, y del que puede ser expresión un escrito, una palabra, un síntoma, un nuevo objeto.
El trabajo de simbolización y duelo que el sujeto envejescente debe de hacer para elaborar las transformaciones en la vejez, dependerá de su capacidad y de su flexibilidad para modificar las aspiraciones.
Por otro lado, el duelo patológico entorpece la aceptación de la pérdida sufrida y existe una reacción desmedida ante esa imposibilidad; si es prolongado guarda semejanzas con un estado depresivo e impide la confrontación adecuada de los diversos sucesos de la vida.
La resistencia para aceptar el cambio toma a veces la forma de resentimiento o escepticismo. De tal forma que el sujeto se dijera pudiera decirse que no merece la pena en la medida en que todo conduce a lo mismo.
Otra respuesta posible es la regresión narcisista. El sujeto puede aislarse rechazando toda posibilidad de investidura y rechaza que ya nada más pueda aprender.
La vejez es el proceso de elaboración y resignificación de la historia de las investiduras, que conmocionan las estructuras constitutivas (narcisística y edípica), transformaciones de su subjetividad que, cuando se resuelve, alcanza una nueva posición. Un ejemplo de ello es ser abuelos.
Enfrentando el duelo por pérdidas familiares o de capacidades físicas
Ante la precipitación de la muerte anunciada de alguien cercano tiene lugar un duelo anticipado, con ansiedad y dolor; la intensidad será mayor si en la ocasión es del cónyuge. Si acaso el anciano es dependiente respecto del cónyuge, la amenaza de la pérdida suele ser vivida con mucha ansiedad, acompañada de un potente sentimiento de invalidez. Además de la ansiedad y el dolor, se suelen precipitar sentimientos de culpa y autorreproches. Los sentimientos de culpa pueden manifestarse como formación reactiva por medio de preocupaciones exageradas, sobreprotección y, control severo hacia el cónyuge moribundo; Si la culpa tiene un grado de intensidad alto, entonces paraliza.
El bienestar emocional de un sujeto a lo largo de su existencia depende significativamente de sus relaciones objetales, ya sea con personas o también de los objetos intrapsíquicos que haya internalizado a lo largo de su vida. Estas interrelaciones y sus representaciones intrapsíquicas tienen un impacto continuo y poderoso la identidad, bienestar emocional, y funcionamiento psíquico.
Cuando ocurre una separación a través de la muerte de los otros significativos, el impacto en la individuación es profundo, y deviene un cambio en la representación del yo y de los objetos. En respuesta al reconocimiento de las pérdidas y el dolor del proceso de duelo el yo es redefinido como más solo y singular, aislado de objetos irremplazables. Paradójicamente, el apego intrapsíquico es hacia la fusión con las representaciones intrapsíquicas del objeto perdido, se pueden intensificar ya que durante el proceso de duelo se enaltecen las representaciones del objeto con afectos y recuerdos poderosos.
El individuo intenta compensar la pérdida de objetos importantes tanto en el mundo real como en el intrapsíquico. En la vejez el sostén emocional es motivado por la reconexión con los afectos y recuerdos de la madre, el padre y sus sustitutos adultos como la esposa, hijos, etc. de todas las fases del desarrollo.
En la realidad, el anciano compensa esta pérdida intensificando sus relaciones existentes con hijos, nietos, bisnietos, y amigos, y buscando nuevas amistades y en ocasiones nuevas parejas. El proceso normal del ciclo de las pérdidas o duelo continúa en el anciano hasta la propia muerte, pudiendo ser un buena señal de salud mental. A pesar de que este proceso sea exitoso, lo es con considerable dolor y conflicto. Un autor como Cath afirma que los ancianos, a veces, esquivan este reacercamiento por el miedo a otras pérdidas. Un reto adaptativo importante es el cómo protegerse de la devastadora experiencia de investir emocionalmente a otros y experimentar su enfermedad o muerte. También algunos ancianos no pueden armar nuevos apegos o mantener los que tienen por sus limitaciones físicas o mentales o circunstancias desfavorables. Estos individuos se interiorizan, enfocándose en funciones corporales y en el pasado nostálgico; y en posesiones inanimadas de todo tipo y valor.
Las capacidades físicas se inscriben dentro del capítulo de las pérdidas, una más que viene a decir la elaboración del duelo de lo que un sujeto era, de lo que quiso ser, y de lo que nunca ya llegará a ser y de lo que es en la actualidad es en esta progresiva pérdida de las capacidades físicas. Como dice Abel Fernández “La historia se escribe también en el cuerpo y en el análisis el cuerpo se hace biografía y narración”.
El envejecimiento se instala en nuestras vidas muchas veces de manera imperceptible, pero inscribiendo marcas progresivas que en algún momento se nos hacen manifiestas.
La posibilidad de la rememoración que permiten los procesos analíticos nos da acceso al reencuentro con aspectos valorados de nosotros mismos que ahora son reconocidos por el devenir psicoanalítico, así como la posibilidad de la reparación y el duelo por lo que no fue posible.
A medida que envejecemos, las experiencias del pasado y las emociones que arrastramos pueden afectar profundamente nuestro bienestar. Comprender este proceso es fundamental para ofrecer un acompañamiento psicológico que no solo alivie el dolor emocional, sino que también fomente una vida más plena y consciente en esta etapa.
Te hemos dado una visión general sobre la psicología del envejecimiento, en la siguiente parte, profundizaremos en las herramientas terapéuticas que pueden marcar la diferencia en la salud mental de los adultos mayores.