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Trastornos psicosomáticos de la alimentación

¿Qué es son los trastornos psicosomáticos?

Un Trastorno Psicosomático supone el punto intermedio entre lo orgánico y lo psicológico. Con frecuencia hay personas que tienen la creencia errónea de que un trastorno de este tipo es únicamente producto de factores psicológicos y no tiene efectos físicos. Alguien que padece un trastorno psicosomático presenta síntomas reales (dolor, náuseas, molestias, etc.) que a su vez son mediados por aspectos psicológicos presentes y pasados.

Podemos considerar que cualquier trastorno orgánico es un trastorno psicosomático, pues no podemos aislar la mente del cuerpo y todo lo que afecta a una parte repercute en la otra.

La estructura psíquica de la persona es un factor crucial en la génesis de un Trastorno Psicosomático. La mayor parte de los Trastornos Psicosomáticos tienen una estructura de personalidad de tipo neurótico. Partiendo de una estructura básicamente neurótica, la persona, a su vez, se puede quedar fijada en otros aspectos que determinarán más específicamente sus rasgos de personalidad (fóbica, histriónica, narcisista, etc.).

Nuestro Máster en Trastornos Psicosomáticos ofrece la oportunidad de estudiar psicología somática relacionada con la dinámica intrapsíquica y perfeccionar las técnicas para su tratamiento psicológico, algunos de cuyos problemas más habituales en nuestros días son los trastornos psicosomáticos de la alimentación.

Trastornos psicosomáticos y de la alimentación

Los trastornos de la alimentación en niños y adolescentes, sin excepción, tienen un alcance de trastornos psicosomáticos. 

En la infancia temprana, están relacionados con la alimentación por medio del seno, la rumiación, la pica, la obesidad, la encopresis, el estreñimiento, el reflujo gastroesofágico y la anorexia nerviosa. Los trastornos de alimentación se sitúan en el entredós del campo de la medicina pediátrica y la psiquiátrica, justamente en la interfase de los denominados trastornos psicosomáticos con expresiones emocionales.

a anorexia y la bulimia nerviosa son trastornos típicos de la adolescencia. En la mayoría de los casos, la anorexia nerviosa se inicia alrededor de los catorce años, mientras que la bulimia nerviosa se precipita un poco más tarde sobre los dieciocho. Esta última, por lo tanto, refleja la transición entre adolescencia y la edad adulta temprana

Trastornos de la alimentación en la primera infancia

Desde el punto de vista psicológico, los procesos de apego están íntimamente ligados a la alimentación en etapas tempranas de la vida. La supervivencia infantil está indisolublemente asociada a la relación madre-hijo, en términos de estimulación, protección, calor y especialmente la nutrición. Las dificultades de la alimentación se centran en la relación de apego, de la disminución del contacto entre el bebé y su madre. 

Una primera precipitación de los trastornos de la alimentación es lo que se denomina “Pica”. Se define en función de la sustancia que se ingiere: piedras (litofagia), pelo (tricofagia), heces (coprofagia), tierra o greda (geofagia) o plomo (plumbofagia), que se convierten en intoxicaciones. Se asocian a psicopatología materna que precipita la deprivación afectiva. 

La rumiación se define como la remasticación y la regurgitación repetida de comida durante un período mayor de un mes después de haber adquirido un hábito alimenticio normal; conlleva ausencia de otra enfermedad digestiva. Comienza, generalmente, en el desarrollo del primer año de vida; ello permite observar cómo son las experiencias de apego entre la madre y el niño.

El reflujo gastroesofágico se presenta como consecuencia de factores orgánicos, proveyendo de gran ansiedad al grupo familiar, ya que altera los procesos de alimentación y de sueño. La dispepsia, el vómito, el dolor torácico, la hematemesis, el ahogo, la disfonía son síntomas angustiantes para el niño y para los padres.

La encopresis se define como la salida de materia fecal en sitios inapropiados (en sí mismo o en la casa). Para su diagnóstico debe de producirse un suceso mensual en el periodo de tres meses; para poder diagnosticarlo no se debe de hacer antes de los cuatro años. La mayoría de los consultantes se ubican entre los cuatro y los quince años. La encopresis es debida a trastornos en la conducta, ubicándose como trastorno psicosomático.

La obesidad se articula con elementos orgánicos y de orden ambiental. Suele producirse más en familias desorganizadas en sus hábitos alimenticios, y en aquellas en que los miembros se diferencian pobremente entre sí; también cuando entre ellos existe un miembro depresivo o clínicamente discapacitado; y en niños ansiosos o depresivos.

Los trastornos de la alimentación en la adolescencia

La diferenciación de estos dos trastornos se basa no solo en la edad de inicio sino en los síntomas clínicos. 

La anorexia se caracteriza por síntomas específicos conductuales y psicopatológicos, además de signos somáticos inequívocos. El síntoma de la anorexia es el temor a engordar. El sujeto se siente extremadamente grueso, y busca perder peso. Suele precipitarse más en las mujeres que en los hombres. El desarrollo de la enfermedad emerge, frecuentemente, cuando la mujer inicia una dieta, habitual en muchas adolescentes. 

La ingesta anormal puede incluir varios litros de agua al día por la fantasía de que el agua limpia las grasas y los carbohidratos. La conducta incluye esconder o tirar la comida; insisten en ingerir las comidas sin compañía. Es frecuente la amenorrea.

En la bulimia el patrón sintomatológico se caracteriza por una necesidad de comer compulsivamente, seguida de una necesidad de vomitar o de purgarse, con gran angustia, y culpa, de ganar peso. 

Los “atracones” pueden alcanzar varias veces en el día o en la semana. Su duración puede ser de minutos u horas, y suelen acontecer tras episodios de tensión, ansiedad o aburrimiento. Se realizan de forma aislada, con el objeto de poder vomitar. La patología de orden familiar está muy acentuada en las pacientes con bulimia. 

No existe un factor pronóstico único para la anorexia o para la bulimia. Es mejor para cada trastorno por separado que si coexisten los dos trastornos; mejora si no coexisten la depresión o los síntomas obsesivo-compulsivos. Y empeora, para ambos cuadros, cuando hay adicción al alcohol y actos autolíticos.

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