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violencia de genero

La violencia en la pareja, la violencia de género.

En breve, tendrá lugar la celebración del ocho de marzo, históricamente el día de la mujer trabajadora, y que ya ahora se ha extendido hasta celebrarse genéricamente el día de la mujer. Comportará manifestaciones, encuentros, conferencias previas, entrevistas a personas relevantes, y, sobre todo, la decidida apuesta por las mujeres de ocupar un lugar ninguneado por las generaciones pasadas. He aquí nuestra aportación.

La violencia se constituye como trauma por la razón de que está asociada a la relación con otro, ya bien sea ese otro como orden social y/o familiar. Este otro violenta el espacio social, mental, corporal e intersubjetivo de ese uno. 

Formulamos una pregunta sobre el trauma de la violencia con ese otro: de la misma forma que el niño formula a la madre qué desea de él, qué lugar tiene en su deseo, podemos trasponer esa misma pregunta hacia ese otro social y/o familiar. Si esa pregunta se salda con la respuesta de que ese otro tiene deseos de muerte -real o simbólica -, la constitución subjetiva de nuestro sujeto se tambaleará. Lo traumático está entonces ligado a un vínculo que viola el espacio mental, relacional y social. Reinoso señala que lo traumático es vincular y se transmite en el vínculo a las generaciones venideras si no puede ser elaborado. 

Es conocido, y además se ha hecho general el dicho, de que el ser humano responde a estímulos, y es preciso matizar esta cuestión porque en principio no es correcta, ya que en puridad el ser humano reacciona a partir de la interpretación que hace de ellos. Entonces, dependerá de la significación que tenga cada estímulo para una persona dada.

Antes se adjudicaba el origen de la agresión a impulsos; pero el ser humano construye su realidad, la interpreta y reacciona agresivamente si percibe al otro, a los otros del vínculo como amenazantes.  

La RAE señala la violencia como una “cualidad de violento/acción y efecto de violentar. violentarse/ Acción violenta o contra el natural modo de proceder/acción de violar a una persona. Otras significaciones posibles aluden a \”interpretar el significado de un texto de un modo falso o arbitrario para darle el sentido que se pretende.

En este sentido, como sinónimo, tenemos forzar, forzamiento. Es suprimir la posibilidad de elegir. Es Puget quien apunta que en la violencia la opción de decisión es anulada, se manipula al otro para anular su posibilidad de pensar, creándole un agujero mental. La persona violentada se a-liena; si la violencia es permanente vive en estado de amenaza, deja de desear.

También para la RAE, violencia remite a violación; en su sentido metafórico: provoca un agujero en un espacio que no lo tiene o bien utiliza los preexistentes para doblegar y quitarle a la persona su opción de dejar entrar o prohibir entrar. El violador quita la opción de decisión a aquel que va a ser violentado. 

Puget y Berenstein definen la violencia como \”un acto vincular cuyo objetivo es el deseo de matar, eliminar psíquica o físicamente a otro sujeto, o matar el deseo en el otro, lo humano en el otro, transformándolo en un no sujeto al privarlo de todo posible instrumento de placer y por ende de existencia. Sólo impera el deseo de uno que se transforma en soberano. No admite la existencia de otro\”.

La violencia está formulada de una forma interesada, por el desconocimiento del otro como sujeto en su singularidad, el intento de anularlo es una manifestación del narcisismo. Aplicamos la definición del narcisismo como la no diferenciación yo-objeto, yo-otro, derivándose el no reconocimiento de la autonomía del otro.

¿Qué subyace en los vínculos cuando en estos se depositan y generan violencia?

Podemos significar a parejas que funcionan con una complementariedad entre el deseo de ser sostenido y de sostener. Las caricias y los abrazos se ubican como una función sostén: uno se ubica en posición de frágil y el otro en potente. Esta relación puede desdibujarse –de sostenido se desliza a mantenido con su acompañamiento complementario, de mantenido a dominado -, y transformarse de sostenedor-sostenido a otro derivado, directamente a una línea de relación de poder: amo-esclavo. Puede transformarse los abrazos y las caricias, otro desplazamiento, en contacto corporal violento, con golpes. Se pasa del otro sostenedor al amo, se precipitan descalificaciones, insultos, gritos y acusaciones, con efectos de paralización y desorganización importantes en su pensamiento. El que pega lo hace para sentirse potente, como una forma de reconocerse, de identificarse. Esta identidad no podrá ser cuestionada por la víctima, que también se someterá a estereotipos – idealizaciones, en suma – que se le han transmitido y que son actuales.

Estas personas, frágiles, establecen un vínculo ilusoriamente amparador- amparado con una total exigencia del uno hacia el otro. La complementariedad fracasa precipitándose el temor a la autonomía y abandono; la autonomía de la otra persona es interpretada – recordemos que estamos en un mundo simbólico, dotado de significaciones – como abandono. El que controla y daña, lo hace como manera de anular la autonomía del otro. Las justificaciones del daño se extienden y se justifican con discursos como “Le pego porque no me comprende\”, \”yo no quería hacerle daño, sólo quería que me entienda\”, o ya aquella globalizante: “la pego porque es mía”; entender es equivalente a obediencia, y, por tanto, opuesto a la autonomía. Esta situación la señala Corsi como que el proyecto, inicialmente de dos, se reduce, finalmente a de uno – el del amo.

También es importante señalar que el conflicto ha desaparecido ya, en tanto ese otro ya no puede pensar, está obturada su capacidad de pensamiento y de reflexión.
Entonces, emerge la incógnita: por qué se somete ese otro. Acude en la mujer el temor al desamparo, e incluso a ser nadie. Podemos pensar que de esta manera se mantiene, de forma ilusoria pero eficaz, la pertenencia a la conyugalidad y a aquello que hemos indicado como los mandatos – idealizadores- de la transmisión familiar.

Llegado el momento de que el pacto de sostén se resquebraja y deviene insatisfactorio, se precipita la devolución al otro de la imagen de enloquecedor generando un funcionamiento enloquecedor/enloquecido. Emerge la certeza de que es el otro quien provoca la situación violenta. La agresión se organiza como método para hacer emerger la violencia cuyo objeto es eliminar a aquél que piensa por sí mismo. Dejará de haber diferencias. Borrar la diferencia deriva en enloquecimiento y violencia.
Y, por supuesto, no hay ni comentarios ni reflexión sobre lo que les está sucediendo, sobre la violencia. Esta violencia se conoce o se intuye en el mundo exterior que les rodea, en el mundo de los otros relacionales negándose o desmintiéndose, cuyo resultado es que también desaparece toda huella tanto física como mental de la violencia que se vive.  

Sabemos que los sujetos más débiles en el marco social son los niños, los ancianos y las mujeres, y desde dicho marco se niega la violencia que se ejerce sobre ellos. Familiarmente, es habitual convivir con casos de violencia, salvo quizá los casos extremos; quizá, también como efecto de la creación de que las propias organizaciones vinculares que atañen a la pareja y a la familia, parece que fueran indestructibles por la propia violencia, traspasando el umbral de que dichas organizaciones están formados, constituidas y sostenidas por personas reales, de verdad y que sufren. Este esfuerzo por mantener una organización a toda costa capaz de mantener un vínculo productor de sufrimiento y malestar no es explicable para un observador externo. Es posible observar diversas cualidades de la violencia en función del tipo de vínculo que en ellas predomina. Para Puget esto acontece cuando se organizan vínculos violentos en relaciones pasionales, en relaciones enloquecedoras y en relaciones perversas; en todas ellas el uno potencia al otro siendo potenciados también desde el contexto social y sus instituciones.

 La violencia en la transmisión de generaciones

Hemos de señalar la repetición, re-edición, como instrumento para la violencia en la pareja. Nos referimos a la violencia que deviene de su línea familiar, donde podríamos decir que de nuevo vuelve a re-presentarse en la actualidad de una pareja concreta; ciertamente con distintos matices, pero violencia al fin y al cabo. Transmisión a las generaciones: una generación no puede sustraer, esconder o escamotear, sus procesos anímicos sustantivos a la siguiente generación. Granjon nos indica que existe una pulsión a transmitir y por ello estamos “condenados a transmitir\”.

Por su parte, Kaës señala que se conforma una cadena grupal transgeneracional, a través de las generaciones, con la producción de que el tiempo psíquico de la historia se hace presente. Las palabras, ideas, representaciones son fundamentales para la transmisión. Ciertamente queda por señalar aquello que se transmite donde no hay palabras, o lo que fue pensado y abandonado, o lo que, por otro lado, nunca fue consciente. 

En este punto conviene implementar la idea de que los hijos están llamados, de alguna manera, a dar salida, a resolver, aquello que sus padres no consiguieron. De la misma forma, la transmisión de la violencia vivida y los distintos tipos de pérdida y duelos que ella conlleva se hará en las siguientes generaciones bajo el sustento de diferentes y ocultas formas de repetición, conservando su carga traumática siempre en la medida en que no fue posible compartirla y elaborarla.

 Así, la pareja se estructura como portadora de historias de violencias: desde la violencia social, pasando por la familiar, la de género y la institucional. Los personajes serán los antepasados, bien como actores o víctimas de las diversas formas de violencia.  

Estas parejas se inscriben en el vínculo con historias confusas, que no han sido ni pensadas, ni elaboradas, se ubican como agujeros en sus memorias. Esto que está en el olvido, que se presenta como repeticiones de violencias se constituye como lo mortífero en la relación. Esta historia, que se haya en ellos, será una historia de la cual no pueden apropiarse, donde son llevados a repetir y volver a transmitir a las nuevas generaciones. 

Emerge ante nosotros la pregunta de cómo se transmite en la pareja transgeneracional aquello del orden de lo inconfesable: se realiza a través de los fantasmas. Estos fantasmas son una invención de los vivos; se trata de la expresión de la laguna creada por el ocultamiento de una parte de la vida del antepasado. También se nos hace la luz que aquello que nos persigue no son los fantasmas sino las lagunas dejadas por los secretos de los otros.  

Autores como Granjon, Kaës y Enriquez dan respuesta a la formulación de cómo podrá la pareja permitir la elaboración y transformación de las herencias negativas legadas por sus antepasados y de cómo podrá metabolizar los elementos traumáticos sufridos en el curso de su historia; será gracias a las capacidades de continencia, significación e intercambio con el contexto social.

El contexto social podrá convertirse en un dador de sentido de aquello que ha quedado vacío de significado en la familia. Por ejemplo, estará representado en el imaginario social con las leyes, los monumentos, los dichos, las leyendas, los recordatorios y simbolizaciones del pasado que dan cuenta de la trama de una historia social tejida con el tiempo. La memoria colectiva – eso que llamamos en la actualidad memoria histórica – es el soporte, puede ser el continente, que viene a significar lo que ha quedado vacío en la memoria individual. Se expresa buscando causalidades y sentidos, representándolos de distintas maneras. Es por ello que los mecanismos de la memoria individual están en interrelación constante con los de la memoria colectiva sin los cuales no podrían funcionar y los agujeros en la memoria colectiva desencadenan violencia y alienación en los sujetos, en sus parejas y familias.


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