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Autismo: Síntomas, tipos y tratamiento

Índice

1. El autismo

Leo Kanner, psiquiatra austríaco es considerado el padre del síndrome conocido como autismo. Su primer trabajo se acuñó con el nombre Child Psychiatry (Psiquiatría infantil), siendo de los primeros de carácter psiquiátrico especializado en las problemáticas de la infancia.

Otro texto fundamental de Kanner es Autistic Disturbances off Affective Contact (Trastornos Autistas del Contacto Afectivo, 1943); es un texto base en el que se siguen apoyando los estudios del autismo actuales.

Leo Kanner describió el autismo como “falta de contacto con las personas, ensimismamiento y soledad emocional”. Fue el primer clínico que lo diferenció de la esquizofrenia.

El vocablo autismo tuvo su primera voz en el psiquiatra suizo Paul Eugen Bleuler (1911); la introducción del término estaba justificado para señalar una alteración propia de la esquizofrenia, que implicaba un alejamiento de la realidad externa. Bleuler, hizo intervenir el significado inicial para indicar la tendencia de los pacientes esquizofrénicos a vivir encerrados en sí mismos, aislados del mundo emocional exterior.

El término autismo proviene etimológicamente de autoerotismo y hace referencia al repliegue del sujeto sobre sí mismo.

La característica central para Kanner (1951) era la obsesión por mantener la identidad, manifestada por el deseo de vivir en un mundo estático, sin cambios ni movimientos.

Síntomas del autismo precoz según Kanner:

  • Aislamiento profundo para el contacto con las personas
  • Un deseo obsesivo de preservar la identidad
  • Una relación intensa con los objetos
  • Conservación de una fisonomía inteligente y pensativa
  • Alteración en la comunicación verbal manifestada por un mutismo o por un tipo de lenguaje desprovisto de intención comunicativa

Kanner informó de sus investigaciones con niños de once años: tres de ellos no hablaban y el resto no utilizaban las capacidades lingüísticas que poseían. señaló un comportamiento de auto estimulación y extraños movimientos repetitivos.

2. Curso y desarrollo del Autismo en los Manuales Diagnósticos

El autismo parece como tal a partir del DSM-III en 1980. El autismo infantil ocupaba tres páginas y era indicado como muy raro (de dos a cuatro casos cada 10.000). Se lo localizaba con más frecuencia en las clases altas, sin clarificar la causa. Posteriormente es reasignado bajo las siglas de Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD); reemplaza al diagnóstico de psicosis infantiles.

Como indicamos más arriba, es en el DSM-III (1980) que se incorpora el autismo como categoría diagnóstica específica; se conforma como una entidad única, denominada \”autismo infantil\”.

Para el diagnóstico de autismo infantil se requerían seis condiciones:

  • Inicio antes de los 20 meses
  • Déficit generalizado de receptividad hacía las otras personas (autismo)
  • Déficit importante en el desarrollo del lenguaje.
  • Si hay lenguaje se caracteriza por patrones peculiares tales como ecolalia o retrasada lenguaje metafórico e inversión de pronombres
  • Respuestas extrañas a varios aspectos del entorno; por ejemplo, resistencia a los cambios, interés peculiar o apego a objetos animados o inanimados.
  • Ausencia de ideas delirantes, alucinaciones, asociaciones laxas e incoherencia tal y como sucede en la esquizofrenia.

En el DSM III-TR (1987), se realizó una modificación radical, tanto de criterios como de denominación. Se sustituyó autismo infantil por trastorno autista (TA). Amplió la versión anterior al delimitar los criterios diagnósticos, que fueron descritos con gran detalle. Se indican dieciséis criterios, de los cuales se prescribe que ocho estén presentes, y de los tres epígrafes (A, B y C), al menos dos criterios de A, uno de B y otro de C.
A. Alteración cualitativa en la social recíproca
B. Alteración cualitativa en la comunicación verbal y no verbal y juego imaginativo
C. Claro repertorio restringido de intereses y actividades.

En el DSM-IV y DSM-IV-TR (1994-2000) no se plantean entre ellos grandes modificaciones, pero sí un cambio importante. Se definen cinco tipos de autismo: trastorno autista, trastorno de Asperger, trastorno de Rett, trastorno desintegrativo infantil y trastorno generalizado del desarrollo no especificado.

Otra modificación se instala al incorporar el término trastornos generalizados del desarrollo (TGD) como denominación genérica para abarcar los subtipos de autismo.

Para certificar un diagnóstico de autismo, en el DSM-IV-TR deben de darse al menos seis manifestaciones del conjunto de trastornos: de la relación, de la comunicación y de la flexibilidad. Al menos, como mínimo, dos elementos de los trastornos de relación, uno de trastornos de la comunicación y uno de los trastornos de la flexibilidad.

De los 16 criterios del DSM-III-TR, se han reducido a seis, haciendo que el diagnóstico no sea ya tan restringido. La consecuencia fue que hubo un aumento muy significativo de los sujetos diagnosticados de autismo, alcanzando en Francia el autismo la marca de “cuestión nacional” (2012)

En el DSM 5 se consolida conceptualmente el autismo. Se sustituye la denominación de trastornos generalizados del desarrollo (TGD) por la de Trastorno del Espectro Autista (TEA). En los TGD, tal como se contemplan en el DSM-IV-TR, incluían el trastorno de Rett. Este trastorno se considera en la actualidad una enfermedad genética específica, que coincide con el autismo solo en algunos síntomas.

3. El Trastorno del espectro Autista (TEA) en el DSM 5

Las personas anteriormente diagnosticadas, según el DSM-IV, de Trastorno Autista, Asperger o trastorno generalizado del desarrollo no especificado, actualmente se les aplicará el diagnóstico del TEA.

En este DSM 5 se postula que las características fundamentales del Autismo son un desarrollo de la interacción social y de la comunicación claramente anormales o deficitarios, y un repertorio muy restringido de actividades e intereses.

Criterios diagnósticos del Trastorno del Espectro Autista (TEA) según el DSM-V (2013)


A. Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos contextos, manifestados por lo siguiente, actualmente o por los antecedentes.

A.1 Deficiencias en la reciprocidad socioemocional, por ejemplo:

  • Acercamiento social anormal.
  • Fracaso en la conversación normal en ambos sentidos.
  • Disminución en intereses, emociones o afectos compartidos.
  • Fracaso en iniciar o responder a interacciones sociales.

A.2 Deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción social, por ejemplo:

  • Comunicación verbal y no verbal poco integrada.
  • Anormalidad en el contacto visual y del lenguaje corporal.
  • Deficiencias en la comprensión y el uso de gestos.
  • Falta total de expresión facial y de comunicación no verbal.

A.3 Déficits en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de relaciones, por ejemplo:

  • Dificultad para ajustar el comportamiento a diversos contextos sociales.
  • Dificultades para compartir el juego imaginativo o para hacer amigos.
  • Ausencia de interés por las otras personas.

B. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por los antecedentes.

B.1 Movimientos, uso de objetos o habla estereotipada o repetitiva

  • Estereotipias motrices simples.
  • Alineación de juguetes.
  • Cambio de lugar de los objetos.
  • Ecolalia.
  • Frases idiosincráticas.

B.2 Insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad a rutinas, o patrones ritualizados de comportamiento verbal y no verbal, por ejemplo:

  • Elevada angustia ante pequeños cambios.
  • Dificultades con las transiciones.
  • Patrones de pensamiento rígidos.
  • Rituales de saludo.
  • Necesidad de seguir siempre la misma ruta o de comer los mismos alimentos cada día.

B.3 Intereses muy restrictivos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad y focos de interés se refiere, por ejemplo:

  • Fuerte vínculo o elevada preocupación hacia objetos inusuales.
  • Intereses excesivamente circunscritos y perseverantes.

C. Los síntomas del autismo tienen que manifestarse en el periodo de desarrollo temprano.

No obstante, pueden no revelarse totalmente hasta que las demandas sociales sobrepasen sus limitadas capacidades. Estos síntomas pueden encontrarse enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la vida.

D. Los síntomas causan deterioro clínico significativo en el área social, laboral o en otras importantes para el funcionamiento habitual.

E. Las alteraciones no se explican mejor por una discapacidad intelectual o por un retraso global del desarrollo.

La Discapacidad Intelectual (DI) y el TEA se encuentran frecuentemente unidas. Para poder realizar un diagnóstico del TEA y de DI con comodidad, la comunicación social debe situarse por debajo de lo esperado a nivel general del desarrollo.

Asimismo, las personas con deficiencias notables de la comunicación social, pero que no reúnen criterios para el diagnóstico del TEA, tienen que ser evaluadas para diagnosticar un nuevo trastorno que ha definido el DSM-V denominado “trastorno de la comunicación (pragmático) social”. La diferencia principal con un TEA es que en el trastorno de la comunicación social no se cumple el criterio diagnóstico B, por lo que no se observan patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades.

Y además de los criterios diagnósticos, debe especificar si:

  • Se acompaña o no de discapacidad intelectual.
  • Se acompaña o no de deterioro del lenguaje.
  • Está asociado a una afección médica o genética, o a un factor ambiental conocido.

Está asociado a otro trastorno del neurodesarrollo mental o del comportamiento, con catatonia.

También debe especificarse el nivel de severidad:

  • Nivel 1: necesita ayuda.
  • Nivel 2: necesita ayuda notable.
  • Nivel 3: necesita ayuda muy notable

El motivo de la inclusión del criterio temporal (C) es el de poder diferenciar entre el TEA y el trastorno desintegrativo de la infancia; ese se precipita después de un periodo de aparente normalidad no inferior a los 2 años, mientras que el TEA aparece muy precozmente.

4. Tratamiento del autismo

Ante todo, conviene reconocer que, más allá de la gravedad del niño con trastorno autista, es un sujeto que porta una historia personal propia, única y con una vida psíquica específica. Si somos capaces de ofrecerle un campo de posibilidades, ello conllevará una apuesta por la organización de una vida de relación en su entorno; esta vida relacional tendrá una naturaleza a la que estamos llamados a darle importancia. Esta vida psíquica del niño autista, entre otras posibilidades, organizará sus modelos de relación con su entorno; además le dará para organizar su sufrimiento actual, que es movilizable y susceptible para que pueda mejorar en su funcionamiento.

Hay una importante mayoría de tratamientos o de abordajes del niño autista donde su insistencia y su centro de atención se ubica en exiliar el silencio o en eliminar las perseveraciones (movimientos repetitivos) o los gritos mediante la medicación antipsicótica con el objeto de desterrar lo disruptivo. En suma, los niños acaban siendo expulsados de la vida que a todos, también a ellos, les convoca.

Nuestra lectura y abordaje del autismo pasa por no articularlo desde el concepto de déficit sino el aportar la consideración desde el arreglo singular de cada individuo en su encuentro con el campo simbólico, siempre contingente.
el símbolo se puede definir como cualquier objeto, palabra o acción que pueda aludir o representar otra realidad. El simbolismo se precipita a partir del vacio; requiere de una ausencia, pérdida o separación para que surja la necesidad de representar ese algo.

La severa inhibición de la capacidad de formar y usar símbolos señala una seria perturbación en los niños. Un niño es capaz de jugar cuando la demanda del Otro se ha inscripto en su cuerpo; implica la existencia de un Otro que marcó con su deseo a ese cuerpo (pasando del cuerpo biológico al pulsional).

Cuando los niños se encuentran en posición de objeto no juegan; siendo la ocurrencia de la psicosis en tales casos. En el autismo, el niño no estaría en posición de objeto porque para ser objeto tiene que haber un reconocimiento del Otro y eso no ocurre en los niños con autismo. Las dificultades en el juego simbólico que se observan en el autismo pueden ser la ausencia total del juego y la repetición estereotipada.

El autista se caracteriza por el rechazo a la alienación en el lenguaje, alcanzando una dimensión forclusiva, y, por tanto, no lleva a inscribirse el sujeto autista en esta operación de alienación (Tendlarz y Bayón, 2013).

El tratamiento de los niños con autismo puede ser abordado de forma individual y mediante un dispositivo en instituciones (la práctica entre varios). Con nuestra intervención intentaremos hacer una marca diferente, algo que se escapa a los Manuales diagnósticos, cuando seamos capaces de marcar una proximidad entre el niño y el terapeuta; en ese espacio, se creará una apertura de lo singular.

Tomaremos como objeto de trabajo lo real que se encuentra por simbolizar. Esta disposición permite posibilidades para inventar soluciones que se signifiquen por respetar la trama del discurso de cada niño, justamente a partir de lo que se resiste a entrar en la norma, a dejarse domesticar y a ser tomado como una falla.

La práctica entre varios para ser puesta en juego en las instituciones es una construcción de Jacques-Alain Miller. El creador del dispositivo fue Di Ciaccia; este dispositivo permite transmitir reglas sin tener que colocarse en el lugar del amo. Di Ciaccia articula que los sujetos autistas reemplazan el lenguaje por los objetos y existe la posibilidad de que el advenimiento subjetivo pueda advenir a partir del significante.

Esta es una manera novedosa de trabajar, una forma de acoger al síntoma desde la institución con la dirección de obtener el consentimiento del niño. Se busca la precipitación de hacer que el deseo del niño se aloje en la comunidad con los otros; por tanto, consiste en anudar lo individual y lo grupal. Se funda en el tratamiento del sufrimiento humano de manera de impedir que se vuelva persecutorio para el sujeto.

Esta formulación conlleva la creación de lugares de vida. Su espacio en la institución permite que el día se divida en momentos pautados por distintas actividades:

  • Existen tareas básicas como horarios de comida, de jugar, de dormir y de despertar.
  • Espacios de aprendizaje, llevados a cabo en pequeños grupos; se ocupan cuidadores
  • Otras actividades: teatro, música, dibujo, baile, cocina, etc.

La educación debe estar presente a la hora de construir un proyecto de vida para un niño; esta forma de trabajo se la contextúa para atemperar el goce ya que tiene la característica de precipitarse como autodestructivo.

Algunos de los fines de este tipo de intervención son, como indicamos, atemperar el goce mortífero y buscar que surja el deseo no anónimo en el niño. El tratamiento del Otro es grupal, en equipo y entre varios (De Halleux, 2012).

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