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Cómo saber cuándo ir al psicólogo

1. Dolor psíquico, síntoma y tratamiento

Hay múltiples razones que sustentan el demandar asistencia psicológica a un profesional. Sin embargo, señalamos una, la más importante y fundamental, común a todas las razones: el sufrimiento, el dolor psíquico. Sin este elemento, carece de sentido la demanda de tratamiento; en muchas ocasiones hemos escuchado que un buen motivo para acudir a terapia sea el mejorar uno mismo en aspectos generales y concretos de la vida; en cambio, si no hay sufrimiento, si no hay dolor, no habrá un sustento de demanda de tratamiento. Por lo tanto, este elemento se establece como fundamental, estando este dolor en el corazón de muchos momentos y actividades del ser humano.

Cuando un síntoma se precipita en una persona quiere decir que el malestar se le hace presente. Malestar que le impedirá llevar una vida normal donde el acceso a los placeres que la vida depara quedará cuando menos parcialmente obturados. Se harán presentes la angustia, la depresión y las inhibiciones; y serán signos de conflictos internos que tienen lugar dentro de la propia persona. El alcance de los síntomas abarca a todos los ámbitos de la vida de la persona, tanto a nivel de relaciones con los otros como en su vida profesional, y respecto de sí mismo.

Las raíces de estos conflictos que tienen lugar en la vida interna de la persona van más allá de lo que la conciencia nos ayuda a alcanzar; con los elementos que disponemos de la conciencia no tenemos opción a conocerlos ni a intervenir para poner solución a los mismos. Sabemos del síntoma porque ha irrumpido en la conciencia, como efecto del manejo fallido de los mecanismos de defensa por parte del sistema consciente. Podríamos pensar que si eliminamos el síntoma se cerró el problema, pero hay una cuestión añadida que debemos de considerar: el sentido del síntoma.

El síntoma es, a la vez, una invención y una solución singular que el sujeto ha creado. El síntoma es un asunto singular; nos introduce en el caso a caso ya que no es posible encontrar síntomas iguales en todos los sujetos; no es válida la operación de utilizar los mismos instrumentos para síntomas que se precipitan en sujetos diferentes porque el sentido de su creación deviene de causas muy particulares, muy personales. Tenemos la oportunidad de no trabajar con una universalidad, de privilegiar la exclusividad del síntoma porque será la vía de manifestación del sujeto que sufre. Entonces cada caso nos permitiré reinventar el tratamiento, utilizaremos la misma técnica: la escucha, el señalamiento, la interpretación, la construcción, la deconstrucción, etc., al aplicarla a cada caso, la terapia se reinventa para el sujeto que sufre.

Llevaremos al paciente a hacerse consciente de aquellos conflictos que devienen de su inconsciente, referidos a pensamientos y sentimientos, memorias y sueños. Favorecerá el alivio psíquico ante los dolores emocionales, impulsará el desarrollo personal, el conocimiento de su lugar como sujeto, de su deseo, que le ayudará a dirigirse a las metas que se proponga en la vida, ya liberado de los conflictos que le hacían sufrir. Por supuesto que no eximirá a la persona de las dificultades de la vida, sino que le proveerá de instrumentos para poder hacerse cargo de ellos, y ubicarse en eso que en su origen significa la palabra salud: tener la capacidad de afrontar las dificultades.

2. Motivos para demandar un tratamiento psicológico

El dolor psíquico deviene del encuentro con la realidad. Cuando esta resulta intolerable, el sujeto tenderá a evitarla o ha cambiarla por otra realidad distinta para escapar del sufrimiento inadmisible. Las diversas situaciones de nuestra existencia pueden proveernos del dolor psíquico; muchas veces no lo podremos evitar, y si lo hacemos será a costa de parte de nuestra vida que nos llevará a situaciones de aislamiento y de inhibición dotándonos de la vivencia de sufrimiento.

Cuando no seamos capaces de gestionar el dolor psíquico proveniente de nuestro encuentro con la realidad, entonces puede ser conveniente tomar en consideración la posibilidad de demandar intervención psicoterapéutica.

A continuación, indicamos algunas de las situaciones que pueden emerger en nuestra existencia y cuyo resto será un dolor psíquico:

  • Pérdida de alguna persona cercana, fallecimiento o ruptura de pareja. También el curso de un duelo que no finalice o que no comience.
  • En las relaciones interpersonales puede darse la circunstancia de la dificultad para mostrar nuestras emociones, sentimientos que nos pueden llevar a la no comunicación de su expresión traduciéndose en gritos, agresividad o silencios.
  • Vivencias de agresiones físicas, sexuales y psicológicas.
  • Pérdida del sentido de nuestra existencia, aburrimiento, falta de deseo de una manera recurrente.
  • Situaciones de estrés, de ansiedad que pueden conllevar situaciones de insomnio o de otros malestares.
  • Sentimientos de estar aislado, no sentirse reconocido en el entorno más cercano.
  • Procrastinación de los objetivos que nos hemos propuesto y que dada la repetición de la situación producen frustración y angustia.
  • Dificultades en el trato con las personas cercanas convirtiéndose en displacenteras: hijos, pareja, padres, amistade
  • Cuando se precipitan sentimientos de sentirse maltratado y devastado por los otros cercanos nos sentimos agredidos y excluidos.
  • Confusión, indecisión en los momentos en que hay que tomar decisiones concretas sobre asuntos que nos conciernen y que nos convocan a una angustia.
  • Desregulación, devastación de nuestra relación con la alimentación, ubicándonos en situaciones de exilio de nuestro propio cuerpo.
  • Realización de rituales para iniciar o finalizar comportamientos cotidianos para dar solución a la situación intolerable que se precipita.
  • Actitudes de aprehensión, o de hipocondría que atraviesan nuestra existencia nos hace sentirnos en un hilo respecto de la vida y la muerte.
  • Ingesta de sustancias tóxicas de forma cotidiana o circunstancial para poder hacerse cargo de la vida y soportarla.
  • Percepción de pensamientos intrusivos, no deseados, cuyo saldo es la angustia.• Evitación permanente de situaciones cotidianas: lugares, circunstancias, actividades, etc.
  • Dificultades en la sexualidad, problemas de identidad sexual que nos sume en situaciones de malestar permanente.

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