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Cuando los niños no reaccionan. El autismo y la psicosis: cómo distinguirlas

Cuando los niños no reaccionan….

O sí, pero de otra forma. Los niños y adolescentes levantan barreras porque viven como ataques las sensaciones que no pueden afrontar. Hay una angustia que los devasta y se torna impensable e invivible.

Para todos vale que desde el momento para nacer, para iniciar convertirnos en personas, dependemos absolutamente del otro; ya sea en el campo de la supervivencia como para alimentarse o para relacionarnos con el mundo, ese otro se constituye como fundamental.

También para acceder al lenguaje, o para sentirnos humanos, para alcanzar capacidades, para hacernos agentes de acciones y para donar algo al otro.

Necesitamos ser bien esperados y recibidos para que se haga posible ser como sujeto, para llegar a desplegar nuestros intereses y deseos, y, en la medida de lo posible, no ser obstaculizados en nuestras búsquedas.

El desarrollo potencial del niño es altamente vulnerable. Esta necesidad del otro es una invocación para el cuidador.

La figura de apego, de la que el niño depende, conviene que sea capaz de articular cualidades de sensibilidad, desplegar empatía e identificación con el niño. Winnicott señala que, para cumplir con los cuidados, se precisa lo que denomina “Preocupación maternal primaria”.

Comporta un trabajo constante, diario, momento a momento. Esta disposición de buenos cuidados configura un pronóstico de un desarrollo considerable y sostenido.

Si acontece una depresión en el cuidador u otra circunstancia familiar (por ejemplo, el niño que ha nacido ocupa el lugar de un hermano fallecido poco tiempo antes) puede favorecer la precipitación de un desastre emocional en el cuidador que le impedirá ocuparse para dar una respuesta emocional sensible hacia el niño. O lo que es lo mismo, una falta de disponibilidad emocional. Esto puede “hacer” un agujero en el sujeto que lucha por ser.

La madre como cuidadora si no puede responder, sufre. Ellas “saben” de ello. A este respecto, Dolto señala: “Es posible que (los padres) se sientan culpables cuando en realidad también ellos son tan solo responsables ocasionales, como puede provocar accidentes el conductor de un vehículo que ha perdido el control a causa de un pinchazo o de un choque”.

Esta ausencia desde el lado del cuidador especularmente en el niño no tiene inscripción psíquica; el duelo es pura pérdida. Winnicott lo señala como derrumbe (breakdown).

La Psicosis y el Autismo

Partimos de la premisa de que el autismo es una forma de psicosis. La caracterización del autismo como entidad propia, justamente para diferenciarla de las otras psicosis, se inicia a partir de Leo Kanner en 1943.

Bercherie (1998) considera tres períodos históricos con respecto del estudio de la psicopatología. El primero, en el siglo XIX donde se desarrolla la discusión de la idea del retraso asociada al concepto de idiotez. Esquirol (1820) creó el concepto de la noción de idiotez para definir al único trastorno existente representado por el retraso.

El segundo período lo fecha a partir de 1880; se caracteriza por una clínica psiquiátrica del niño a imagen y semejanza de la del adulto. Se sostiene que la locura que está presente en los niños es la misma que la de los adultos. Es en este tiempo que aparece el nombre de “dementia precocissima” (Sante de Sanctis) vinculado a la psicosis o esquizofrenia adulta conocida hasta entonces como demencia precoz (Morel y Kraepelin).

Después, se empezó a articular la diferenciación entre psicosis de inicio temprano (PIT), que se gesta en un periodo inicial (hasta los tres años) y la psicosis infantil tardía que se manifestaba a partir los cinco años. Este es el inicio de la diferenciación que permitió distinguir el autismo de las psicosis.

La Psiquiatría infantil francesa, en su clasificación de trastornos mentales, hace referencia a las “psicosis de tipo esquizofrénico” para designar a las psicosis infantiles separadas de las psicosis de los adultos.

Y el tercer período es desarrollado con los aportes del psicoanálisis, con una teoría rica y compleja para comprender al adulto y a niño. Algunas hipótesis del psicoanálisis que investiga el desarrollo infantil sostienen que el autismo, en tanto trastorno psicógeno, es entendido como un modo de psicopatología dentro de los cuadros de las psicosis infantiles de surgimiento precoz, el trastorno más temprano en el desarrollo mental infantil.

Son inscritos dentro de las patologías de déficit, aquellas que no han logrado constituir un psiquismo operativo funcional, justo para desenvolverse con soltura, con su cuerpo, con sus representaciones mentales, su lenguaje, con su vida emocional y con su medio social, de relación con los otros. Se trata de déficit de narcisización, de libidinización, cuerpos, en definitiva, muertos.

¿Cuál es la sintomatología en el autismo?

Indicamos algunos de los síntomas en el autismo y en otras psicosis infantiles.

La diferencia entre los síntomas que implican a otras psicosis infantiles es que se precipitan en un momento que exige una evolución del desarrollo psíquico mayor que en el autismo, aplicándose aspectos regresivos.

Por ejemplo, hay trastornos del contenido del pensamiento (ideas delirantes), trastornos del curso del pensamiento (pérdida de la capacidad asociativa), alucinaciones, afectividad inapropiada, trastorno de identidad personal, dificultad para realizar actividades habituales y dificultades en las relaciones con personas y con la psicomotricidad.

Síntomas del Autismo infantil:

  • No hay alucinación ni delirio
  • No hay interacción social
  • Buena salud y apariencia
  • Perturbación del lenguaje (afirmación por repetición, ecolalia, lenguaje metafórico)
  • No orientado, desinteresado

(Rimland, 1964. Autismo infantil temprano)

Otras psicosis infantiles:

  • Falta de conciencia aparente de la identidad personal
  • Preocupación excesiva por determinados objetos
  • Resistencia e intolerancia a los cambios en el medio ambiente.
  • Anomalía en la percepción
  • EI niño se envuelve ilusoriamente en el cuerpo materno como modo de protección. Dependencia absoluta.
  • Ansiedad excesiva
  • Trastorno del lenguaje o éste no se adquiere
  • Frecuencia en la torpeza en su desempeño motor.
  • Hay identificación con los otros. Les atribuyen a personas y a objetos funcionamientos propios.
  • Puede diferenciar personas y objetos inanimados, pero un objeto inanimado (así como una persona) puede volverse terrorífico y cobrar vida. Diversidad de sensaciones y percepciones

(Tustin y otros)

Cómo distinguir el autismo de las otras psicosis. Criterios diferenciales

El DSM-5 no permite la diferencia entre psicosis infantil y autismo. Se eliminan las terminologías tradicionales y diferenciales (Asperger, Rett…) quedando todo subsumido al espectro autista inscrito como trastornos del neurodesarrollo bajo la marca TEA (Trastorno del espectro del autismo).

Vayamos a los orígenes. Si bien la definición de autismo infantil es propuesta por Kanner, la primera vez que se utilizó fue por Bleuler en el año 1906. Para Bleuler el autismo significa el fracaso del paciente en las relaciones con el mundo externo y su aislamiento en un mundo de fantasmas.

Kanner define al autismo (1943) como un trastorno bajo tres áreas:

– Un trastorno de las relaciones interpersonales.

– Problemas en la comunicación y el lenguaje.

– Rigidez mental y comportamental.

En su descripción clínica, Kanner apunta que:

  • No se da la diferenciación de madre y no madre.
  • No aparece ni la mímica ni los gestos de llamada “mirada vacía”
  • Si se lo cambia de habitación o de casa se altera fácilmente.
  • Habilidad manual extraordinaria

El mundo externo es vivido como una amenaza. Esto produce que toda acción del otro sea vivida como intrusión; desde la alimentación, pasando por los cuidados corporales y alcanzando a la presencia. Describe al autismo como un tipo de patología del pensamiento.

El síndrome articulado por Kanner (Autismo infantil precoz) toma la característica por la precocidad de la aparición de los síntomas: se precipitan desde el inicio mismo de la vida. La edad de aparición de los trastornos se define como uno de los principales criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil (Autistic disturbances of affective contact, L. Kanner 1943).

La edad de aparición del cuadro clínico permite entonces establecer la delimitación de dos categorías dentro del marco de los síndromes psicóticos precoces: por un lado, el autismo de tipo Kanner, y, por otro, las llamadas “formas regresivas precoces”. Esta categoría ha sido sostenida por la corriente de la psiquiatría infantil francesa (Huyes, Morgenstern, Lebovici…) para articular aquellos síndromes cuya sintomatología sobreviene después de un período de desarrollo normal.

La precipitación de “las formas regresivas precoces” tienen un inicio brutal o insidioso, entre el segundo y el tercer año de la vida, fracturando la línea del desarrollo, alcanzando una pérdida de adquisiciones realizadas y conllevando una ruptura del contacto con la realidad.

Sobreviene una deterioración psicótica, a lo largo de los estadios críticos del desarrollo ligados a las relaciones con el entorno, a factores exógenos, condiciones de vida modificadas, o bien después de una separación o un traumatismo afectivo.

La sintomatología va desde trastornos psicomotores (estereotipias y manierismo), trastornos del lenguaje y de la esfera afectiva, risas inmotivadas, actitudes bizarras, crisis de pánico y accesos de cólera.

Las características de la evolución de estos cuadros clínicos se caracterizan por una regresión con reaparición de comportamientos arcaicos, en dirección a una demencia.

La edad de inicio y las modalidades de aparición del cuadro clínico, como criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil, serán estudiados en los años cincuenta del siglo XX por Margaret Mahler a partir de su conceptualización de la “psicosis simbiótica”, diferenciándola del autismo infantil precoz.

Al respecto de esta diferencia indica: “El autismo infantil precoz representa una fijación o una regresión a esta primera fase de la vida extrauterina, la más primitiva, aquella que hemos llamado la fase autística normal. El hecho que la madre, como representante del mundo exterior, no parezca en absoluto ser percibida por el niño constituye el síntoma más evidente. […] El síndrome simbiótico representa una fijación, o una regresión a un estadio más diferenciado del desarrollo de la personalidad que el síndrome autístico […] Por lo tanto, en aquellos niños presentando una psicosis esencialmente simbiótica, los cuadros clínicos son infinitamente más complejos, matizados y variables que en los casos de autismo infantil precoz”.

Frances Tustin también establece criterios diagnósticos acerca de estos trastornos psicóticos; propone una sistematización por tipos de autismo. Así, separa el “autismo primario anormal” (indiferenciación entre el cuerpo del niño y de la madre) del marco del autismo propiamente patológico o “secundario”, derivándose dos formas clínicas: el “autismo secundario encapsulado” y el “autismo secundario regresivo”.

Del autismo secundario encapsulado (similar al de Kanner) dirá que es una prolongación anormal del autismo primario. Se significa por el retraimiento que presenta el niño manifestándose desde el inicio mismo de la vida. A diferencia del “autismo secundario regresivo” (aquí ubica a la esquizofrenia infantil) donde tras la sobreadaptación del niño al ambiente y después de un periodo evolutivo normal, éste vivencia una ruptura con la realidad, sintiendo su propio cuerpo como desintegrado e invadido por una confusión amenazante, destacando la regresión como mecanismo de defensa a diferencia de la inhibición como mecanismo de defensa propio de autismo secundario encapsulado.

Para saber más sobre el autismo y la psicosis

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