Para intervenir en los problemas que se tratan en psicoterapia para adultos es imprescindible la participación del sujeto, y por parte del terapeuta se precisa conocer el funcionamiento del aparato psíquico.
Este conocimiento nos permitirá entender lo que se está poniendo en juego, qué mecanismos intervienen, en qué momento, y, por tanto, las causas que originaron el malestar por lo que un sujeto, en el caso que nos ocupa, adulto consulta bien por los síntomas que se han precipitado o por una situación determinada que le provee de un malestar, difuso o no, pero que está decidido a resolver.
Conocer el funcionamiento psíquico implica saber cómo se constituye, qué lo funda, cómo es el desarrollo psíquico en los seres humanos, las instancias que lo componen porque si no manejamos suficientemente estas cuestiones difícilmente podremos intervenir en problemas que son de consulta en una psicoterapia para adultos, y ayudar al sujeto a elaborar sus conflictos con el objeto de que encuentre una salida a sus problemas.
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Conflicto, aparato psíquico y síntoma
La cosa más normal, por habitual, en los seres humanos es el conflicto, bien interno o externo.
Ese conflicto va a tener y tomar lugar en el aparato psíquico del sujeto. El aparato psíquico va a ser el lugar donde se arme el conflicto y desde donde se pueda crear una salida al conflicto.
El aparato psíquico está constituido por instancias diferentes que se relacionan entre sí. La primera gran diferenciación constituyente de la psique es el sistema consciente, inconsciente y preconsciente. Este primer alcance supone que en el ser humano existen varios reservorios distintos, con facultades diferentes y que no impiden que ejerzan su influencia y efectos en la vida del sujeto, aún más si son inconscientes.
La segunda diferenciación implica la conceptualización de instancias, superponiéndose a los sistemas enunciados anteriormente. Las instancias psíquicas se constituyen como Yo, Ello y superyó.
La superposición indica que estas instancias pueden ser conscientes e inconscientes, e incluso disponer cada instancia (Yo y superyó) de espacios conscientes e inconscientes a la vez. Ciertamente, estas instancias se relacionan entre sí, definiendo que de la relación entre ellas se precipita el conflicto; entre el superyó y el Yo, o conflicto entre el Ello y el Yo, o conflicto entre el Ello y superyó.
De este conflicto, que de alguna manera siempre va a existir en cualquier ser humano, lo cual pone en entredicho la posibilidad de la existencia de la salud mental en términos absolutos, se precipitarán síntomas y fenómenos elementales que se constituyen como delirio, alucinaciones y construcción de neologismos.
Los síntomas son el resultado del conflicto y a través de la formación de compromiso (satisfacen a la parte consciente e inconsciente) conforman un proceso de transacción para ser admitidos en el consciente.
Los síntomas son la expresión de que algo no funciona, y que ello posee un sentido, y expresa una verdad desconocida, ignorada o negada; es algo que le concierne al sujeto en lo más íntimo, pero a lo que no puede tener acceso debido a la represión. Esta manera de pensar el síntoma tiene la ventaja de que nos permite referirnos tanto al sujeto individual, como al grupo social, a la colectividad humana en su conjunto.
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Estructura clínica
La estructura clínica designa el funcionamiento psíquico de un sujeto; es un modo de economía psíquica y puede ser entendida como la forma en que la persona se posiciona y relaciona con el mundo.
Una de las diferencias importantes entre la psiquiatría y la psicología es que la primera hará referencia a que los síntomas configuran una estructura clínica determinada, al modo de los criterios diagnósticos del DSM. En cambio, la psicología va a abordar que será la estructura psicológica quien dará la forma a los síntomas. Así, es diferente un neurótico que delira del delirio de un psicótico, o la diferencia de un sujeto perverso al neurótico que porta un rasgo perverso marcado en su sexualidad.
De esta forma, vemos que lo determinante no son los síntomas, como tal, no son los elementos prínceps, aunque ciertamente serán los elementos que propongan los pacientes como causa de su malestar, sino la estructura clínica o psicológica que será la que permitirá acceder a resolver y entender las causas del malestar mediante la propuesta de psicoterapia para adultos.
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Tres estructuras psicológicas
Se configuran tres estructuras fundamentales en función del resultado de la experiencia del sujeto infantil: la neurosis, la psicosis y la perversión. La investigación actual aporta que estas tres estructuras parecen cubrir todo el campo de fenómenos psicológicos.
Estas estructuras psicológicas son irreversibles, lo cual indica que nos inscribimos en una estructura psicológica y no es posible transitar de una estructura psicológica a otra durante nuestra existencia. Esto implica que el psicótico no puede ser ni perverso ni neurótico, o que el perverso lo será durante su existencia.
La adopción de una de estas tres estructuras está determinada en función de la puesta en juego de alguno de los siguientes mecanismos esenciales para el sujeto: El mecanismo utilizado en la neurosis será la represión; en la perversión se manejará la renegación, y, por fin, en la psicosis, el rechazo.
La estructura neurótica es la más habitual. Aquellos que son denominados normales, en términos clínicos son sujetos de estructura neurótica donde su mecanismo fundamental es la represión de aquellas mociones que se presentan al Yo del sujeto, a la conciencia, y que le resultan intolerables a esta instancia; con el fin de salvaguardarse, utiliza el mecanismo de la represión, enviando estas mociones inconscientes a su lugar de origen, reprimidas al fin. La formación de los síntomas se produce cuando la represión no es del todo efectiva (falla) y se precipita como retorno de lo reprimido, se introduce en el yo del sujeto provocándole un malestar en forma de síntoma, como si fuese ajeno a su persona. Estos síntomas pueden formarse en personas normales.
En la estructura neurótica se inscriben dos neurosis; la obsesiva y la histérica. Desde el punto de vista del conflicto, en la neurosis obsesiva, la carga, el afecto, abandona la representación penosa para instalarse en el pensamiento; se desplaza a una idea sin importancia: invade la vida del sujeto, una idea fija obsesiva; la carga se retira de la representación penosa para depositarse en esa otra representación que, por carecer de importancia y nexo con aquella, no le molesta, determinando una ausencia de correspondencia entre el relato y la angustia. el resultado es que el obsesivo sufre conscientemente en el pensamiento, denominándose sufrimiento del pensar.
En la neurosis histérica la carga irá se deposita en el cuerpo configurando un síntoma somático: la conversión. El histérico sufre conscientemente en el cuerpo, transmuta aquello intolerable y que provoca el conflicto en sufrimiento corporal.
Si tomamos las fobias, aunque formalmente no se inscriba como una neurosis, diremos que la carga que, en un primer momento queda libre en el yo, se proyecta al mundo exterior depositándose en un elemento que habrá que evitar para que no se precipite la angustia. El fóbico sufre conscientemente de la amenaza del mundo exterior, proyecta hacia fuera de sí lo intolerable. Establece una forma de no encontrarse con la angustia.
El paradigma de la estructura perversa es el sujeto fetichista; su característica es que precisa de un objeto para alcanzar la satisfacción sexual, esto es, sin ese objeto no hay una eventual satisfacción bien con la presencia del objeto o bien ese objeto es el que le permite acceder a una relación sexual con un partenaire. Existen dos direcciones de las perversiones:
- Fetichismo, voyeurismo, sadismo, masoquismo y exhibicionismo; el sujeto perverso centra su acción y pulsión libidinal en un fin.
- Gerontofilia, pedofilia, zoofilia. El sujeto perverso deposita su goce en un objeto.
Como indicamos el mecanismo de defensa utilizado es la renegación; el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción traumática (la visión de los genitales femeninos). El sujeto queda escindido (el yo): el sujeto sabe y, a la vez, no sabe.
En la estructura psicótica el mecanismo de defensa utilizado es la proyección (no es un mecanismo único en la psicosis, más propiamente en la paranoia); el sujeto ubica en el otro externo, o en cosas, sentimientos, cualidades, objetos, deseos que le son propios y que no reconoce dentro de sí, exportándolos fuera, o que vienen de fuera (como los delirios auditivos que el sujeto escucha de fuera de él pero que se dirigen a él).
Por su parte, Lacan introduce como mecanismo propio en las psicosis, el término forclusión, cuya eficacia es que hay algo que no entra a formar parte del interior del sujeto (por ejemplo, el nombre del padre, la función paterna), esto es un “no ha lugar”
(véase a Althuser) para la realidad.
En la estructura psicótica se inscribe la esquizofrenia (fragmentación del cuerpo) y la paranoia. En esta es producen varios tipos de delirio: de persecución, erotomaníaco y de celos (celos paranoides).
Una de las características de las psicosis es que no se hablan de síntomas sino de fenómenos llamados elementales como el delirio, las alucinaciones y la construcción de neologismos. Estos fenómenos proveerán de instrumentos clínicos para poder alcanzar un diagnóstico de un cuadro de psicosis; por ejemplo, entre los elementos diagnósticos encontramos las perturbaciones en el lenguaje, la incapacidad para crear metáforas (lenguaje literal), ausencia del control sobre las pulsiones, delirios auditivos (más que visuales), y feminización.
¿Cuáles son los síntomas que surgen en la psicoterapia para adultos?
Si estás interesado en conocer cuáles son los principales síntomas que se tratan en la psicoterapia para adultos, en Isfap hemos preparado un artículo donde los explicamos detalladamente.
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