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alimentacion emocional

¿Qué es la alimentacion emocional?

Con la palabra alimentación emocional reunimos en dos palabras aquello que nos sustenta de manera biológica, por un lado, y las emociones y sentimientos por otro; al unirlo, los vinculamos inexorablemente.

Es curioso porque el término ha sido tomado por algunos psicólogos como “comer en respuesta de algún evento o estado de ánimo, que habitualmente suele ser de carácter negativo”.

Esta negatividad implicaría un desequilibrio en la alimentación, de tal forma que pueda darse un atracón, justamente a partir de un suceso, al cual le corresponderá un afecto, y cuya respuesta a ello se articula a través del alimento: puede concurrir el exceso, el rechazo o el goce de ello. Podemos mantener el supuesto de que tal como “comamos la escena”, así nos sentará bien o mal cierta comida. Tal cómo asociemos una comida a algo que tengamos en la mente, así será que nos siente bien o mal, en dependencia de la asociación que hagamos.

Hay un vínculo estrecho, indeleble, a veces insensato, poderoso, potente entre nuestros afectos y la alimentación.

Algunos alimentos tienen un plus especial al estar asociados a afectos placenteros que alimentaban bien nuestra estima en la infancia, a relaciones donde el amor y la ternura se anudaban y nos hacían sentir bien.

Por eso, si nos invade una tristeza, podemos buscar aquella comida asociada a un instante de nuestra vida, que tenía la característica de hacernos sentir seguros y amados.

Las comidas de Navidad suelen articularse a la infancia, a una sensación de seguridad y protección importante; es donde, generalmente, los niños se sienten protegidos en la medida de que están rodeados de adultos a los que pueden acudir. Por eso, la abundancia de comida en algunas de las celebraciones familiares podrá tener el efecto de evocar en los adultos recuerdos infantiles asociados a vivencias de seguridad en los niños.

¿Cuál es el vínculo entre la alimentación y las  emociones?

Y de donde viene esto, ¿cómo es posible este vínculo?

Recordemos que el primer vínculo afectivo que establecemos con un otro es a través de la alimentación. Esta es la que vehiculiza a dos sujetos. O mejor, a un sujeto y un aspirante a serlo: una madre y un hijo.

¿Cómo se articula una madre que da y un niño que toma? Imaginemos una madre que está haciendo la comida para su hijo… mientras la elabora, su mente no para de pensar, de desear cosas para ese hijo… piensa (desea) que se va a convertir en un ser responsable, que será inteligente como su padre y su abuelo, que le gustaría que amase las matemáticas como a ella le gustan, fantasea poder enseñarle el alemán que tanto placer le da a ella…. Y todo ello lo fantasea, lo desea para su hijo elaborándole la comida que le va a dar. Y con ello alimenta a su hijo, no solo con una comida bien elaborada, con productos sanos, sino que está aderezado con todos estos deseos y fantasías que proyecta y desea para su vástago.

Podríamos pensar que este desarrollo es siempre igual y para todos … pero no… los dos actores, madre e hijo, son únicos entre sí, y el lazo entre ellos dos es igualmente original. Esto nos ayuda a pensar que si el material, la comida, no es de una gran calidad, pero tiene un buen aderezo entonces el niño se sentirá bien alimentado. La alimentación producto de la comida y el afecto, es la que constituirá la despensa emocional para el niño, llena de deseos, afectos, ideales, fantasías que son los que proveerán de vida al hijo donados por el otro. Sin ello, no hay sostén.

Y por eso podemos entender ahora perfectamente lo importante que son los componentes con que la madre elabora esa comida para dar; en dependencia de ello, así será la “buena o no tan buena alimentación que el hijo tomará y que le servirá para responder a los eventos que le esperarán en la vida.

Podemos enfocarlo desde la perspectiva de “hambre de amor”, e incluso a llevarnos a confusión. Es hambre, sí, pero no real de comida, sino de amor, hambre emocional, lo cual puede hacer que un sujeto para alcanzar ese amor se lance a un acto de atracón o, al contrario, restrinja la comida haciendo eco de que no es eso lo que demanda, por ejemplo, más comida, sino otro tipo de cosas que no está, la del amor.

Fase oral

La primera de las fases del desarrollo psicosexual postulada por Freud es la oral, donde la principal novedad sostenida por Freud es que concurre la separación y diferenciación entre el instinto y la pulsión; esta última nace del apoyo somático, del instinto de supervivencia, de la comida, para independizarse de tal forma que cuando el niño come no solo se alimenta para su mantenimiento, sino que alcanza un placer.

Con la leche, por ejemplo, sería, por un lado, lo concerniente al alimento como tal, energía para la vida, y, por otro, el placer a partir de sentir “lo caliente” de la leche al atravesar la cavidad bucal; esto lo convierte en una experiencia única que propulsará al niño a su reencuentro.

De ello aprendemos que el placer máximo está anudado a la cavidad bucal, quedando sexualizada esta parte de la anatomía del niño, y que de ahí en adelante tendrá consecuencias: desde el beso, ciertas prácticas sexuales, beber, fumar, y, por supuesto, en lo que nos incumbe: la comida.

La escena, pues, contiene estos elementos: comida, bajo la función de cumplimentar las exigencias de energía, y la satisfacción y placer ya diferenciado de lo primero; los actores son la madre y el hijo.

Freud conceptualiza la fijación a una etapa del desarrollo psicosexual. En el caso que nos ocupa se trataría de un sujeto fijado a la etapa oral. La fijación quiere decir que un sujeto queda ligado a esta etapa donde está asociado una seguridad, un placer conseguido, un bienestar; cuando una persona está mal, se refugia, se dirige a un lugar donde encuentra un estar bien ¿Dónde? A aquello donde su recuerdo le envía, a aquellos momentos donde su memoria le indica que su bienestar estaba asegurado, o al menos no alterado, y vuelve a dichos lugares; es lo que denominamos regresión. Este volver no significa que encuentre lo buscado porque se da en otro momento: habrá algo descompasado, algo que no corresponde.

Por ejemplo, ingerirá más comida porque su hambre emocional así se lo dicta; no se trata pues de hambre real, se convertirá en una boca que no deja de demandar comida-afecto, esperando que lo tranquilice….y lo que llega es la culpa, que hará que se descargue de su exceso para aliviarse. La salida del sujeto se efectiviza a través de la realidad, la alimentación, para intentar responder al afecto inconsciente de lo que aún no está formulado conscientemente (los trastornos de la alimentación se ubican como a-dicciones, etimológicamente significa lo no-dicho).

De esta forma que señalamos, se anuda el alimento y nuestra vida emocional desde su inicio. En dependencia de nuestra despensa afectiva, anudada a las relaciones con los otros, así será nuestra relación con la alimentación. Esta lo que denuncia en última instancia es un bienestar afectivo, o por el contrario una alteración de nuestro sistema afectivo, en su orden consciente e inconsciente.

Si quieres saber más sobre la alimentación emocional, puedes echar un vistazo a nuestro Curso Trastornos de la Conducta Alimentaria.

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