1. Violencia de género
La violencia de género es la expresión de desigualdad entre hombres y mujeres. También se la denomina, bajo diferencia de matices, como violencia en la pareja, violencia conyugal, o violencia contra la mujer. El término se instrumentaliza para sostener el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género ubican tanto a las mujeres como a las niñas en una situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia.
El término género alude a las diferencias biológicas entre sexos y a las diferencias sociales y culturales atribuidas a las personas en función de su sexo. Respecto a “género” los diversos autores lo definen como el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla para simbolizar y construir socialmente lo que es propio de los hombres (masculino) y propio de las mujeres (femenino). Para Foucault, la construcción de la realidad se articula desde el lenguaje.
La OMS (2014) define la violencia de género aportando diferenciaciones: violencia física, maltrato emocional o psicológico, comportamientos controladores y agresiones sexuales; y en cuanto a la violencia contra la mujer destaca “violencia infligida por los hombres contra las mujeres, en particular las agresiones sexuales y la violencia de pareja”.
Como se observa no postula distinción entre violencia de género y contra la mujer, describiendo que la violencia contra la mujer es “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”. El daño a una persona se puede ejercer desde diferentes ámbitos. La agresión no se realiza desde todos los ángulos posibles, sino que se ejerce desde diferentes tipos de violencia de género, entre ellas la violencia vicaria.
2. Violencia vicaria
En muchas ocasiones donde se produce la violencia de género en las parejas, estas tienen hijos. Se ejerce la violencia, delante de ellos, sobre su madre, además de la existencia de agresiones físicas y verbales contra de los hijos; en algunas de estas ocasiones el agresor decide acabar con la vida de los hijos para dañar directamente a la madre, y después suicidarse. En nuestro país, son conocidos la violencia contra los hijos con resultado de asesinato por parte del padre en los sucesos del año 2021 en Canarias y Barcelona. Fue en el año 2013 cuando los hijos pasaron a ser tomados como víctimas directas de la violencia de género. Desde este año, más de cuarenta niños han sido asesinados bien pos sus progenitores, por parejas o exparejas de la madre.
A este tipo de violencia se la denomina violencia vicaria. La palabra vicario da cuenta de que se toma el lugar de otra persona (o cosa) como un sustituto; también puede ser como castigo vicario, esto es, un castigo que ha sido sufrido una persona en lugar de otra.
El objeto buscado además del impacto psicológico mediante el control, sometimiento y agresiones a aquellos que no están directamente implicados en el núcleo del conflicto; en este caso, los hijos. El fin último es dañar a la madre, pareja que ha sido y que ya no lo es.
3. La violencia vicaria en los hijos
La violencia vicaria tiene la connotación de que no siempre es detectable, se instrumentaliza a través del discurso de la expareja hacia los hijos en común. Se lleva a cabo utilizando información, fuertemente tergiversada y, por tanto, manipulada, con el objeto de cuestionar y manipular a la mujer, madre de sus hijos. Es un discurso que proviene del ámbito privado que en su momento ambas partes tuvieron, y que solo ellos saben de su existencia y de su contexto. Por ello, la mujer, la destinataria, sí tiene la capacidad de detectarla y descodificarla; reconoce que el discurso, el ataque, la denostación, está dirigida a ella; son palabras que utilizan sus hijos pero que en realidad provienen del maltratador.
La violencia vicaria precipita graves efectos psicológicos en los hijos:
- Se les hace vivir, al ser conscientes, de un conflicto que ciertamente no les pertenece, siendo los adultos los que han generado el conflicto. La transmisión del conflicto no es completa, no se ajusta a la verdad, tiene lapsus de información que es sesgada y dirigida intencionadamente. Los hijos no han vivido el conflicto. Esta versión tiene la dificultad de no poder ser contestada, matizada, interpelada por la mujer porque puede afectar a la propia seguridad de los menores y, por tanto, desprotegerlos. Los menores no tienen capacidad ni intelectual ni afectiva para cuestionar el discurso del maltratador puesto que pertenece al ámbito de referencia.
- La figura materna quedará fuertemente marcada y dañada para los hijos. Pueden verse afectados la imagen, los pensamientos, las emociones y afectos vinculados a la figura materna, pudiendo quedar alterado la vinculación de apego.
- Se precipita una caída de la seguridad que hasta cierto momento constituía el ámbito familiar; sus consecuencias afectan al mundo interior emocional, al social y el académico.
- Las mujeres vuelven a vivir el maltrato a través de sus hijos. Reexperimentan vivir y sentirse cuestionadas, amenazadas, y con una fuerte carga que ya habían experimentado con la figura del maltratador. A la vez, concurre la situación de identificar a sus hijos como víctimas de la manipulación del maltratador; cuestión que las conduce a protegerlos aún más.
- El efecto discursivo por parte del maltratador produce una manipulación que puede derivar en que los hijos puedan ejercer violencia psicológica y hasta física contra la madre. Esta transmisión de rabia y odio hacia ella es producto de esta transmisión que se basa en el control, la manipulación y la desconfianza. De esta forma tan singular, los hijos se convierten en maltratadores, siempre enmarcado en el contexto de que son víctimas del maltratador.
Los casos más extremos, ya señalados anteriormente, son los que tiene como resultado el asesinato de los niños. Además de convertir a los hijos en víctimas, esta es la forma que más daña a la mujer.
Los hijos son cosificados, son convertidos en un instrumento para seguir ejerciendo la violencia contra la mujer. En muchos de estos actos, el maltratador finaliza también con su vida, suicidándose.
4. Las consecuencias de la violencia en el menor
Sus consecuencias serán a nivel físico y psicológico. Dejarán una marca que afectará profundamente en campos vitales para la vida del niño. Los efectos más inmediatos a nivel físico informarán sobre las lesiones sufridas que pueden alcanzar a la necesidad de hospitalización, afectando a zonas del cuerpo que pueden alcanzar a la capacidad de su desempeño, además, en última instancia, de provocar la muerte.
Respecto de la afectación psicológica, señalamos:
- La autoestima, pudiendo verse afectadas su capacidad de atención y concentración en su rendimiento académico
- Precipitación de trastornos de estrés traumático. Implica reminiscencias de las agresiones vistas o sufridas en primera persona; nivel alto de actividad fisiológica.
- Emergencia de estados depresivos y ansiosos; culpa de lo que observa o de lo que vive. Son estados que pueden ser percibidos en su entorno como signo diferencial de la situación del menor.
- Dificultad en la adquisición de habilidades sociales, empatía, desarrollo del lazo social con sus iguales (desarrollo de actitudes de desconfianza hacia su ámbito).
- Existe la posibilidad de adoptar comportamientos observados por parte del niño.
5. Tratamiento de los hijos en situación de violencia vicaria
Fundamentalmente hay que ayudarles a elaborar la situación que han vivido, lo cual implica dotarles, en primer lugar, de un lugar de seguridad y de protección, con personas allegadas de confianza que puedan dotarles de estos elementos señalados. Este espacio es lo primero a alcanzar tanto para ellos como para la madre.
A partir de ahí nos permitirá abordar los siguientes elementos:
- Ayudar a que elaboren las situaciones, escenas, que han vivido; el terapeuta se empeñará en escuchar atentamente, instrumentalizará la elaboración psíquica de lo vivenciado mediante juegos, dibujos, la caja de arena, etc. permitirán que el niño elabore tanto los elementos, que indicamos, como las salidas psíquicas para ello:
- La culpa
- Vínculos materno y paterno. Figuras de apego
- Vínculos con su entorno social
- Autoestima
- Reconocimiento de sentimientos
6. Tratamiento de la mujer en la Violencia de género
Los elementos a abordar con la mujer en situación terapéutica son los siguientes:
1. La seguridad
Ubicamos la seguridad en primer lugar porque será la primera tarea como intervención (Herman 2004). Para iniciar un acercamiento terapéutico no es factible si no sostenemos un nivel determinado de seguridad para la mujer.
Enfatizamos el poner atención en la capacidad psicológica que tenga cada mujer para protegerse a sí misma, así como atender a la realidad de su ámbito social y evitar que puede formalizarse la victimización institucional.
Ciertamente, el riesgo que altera la seguridad es el mantenimiento de la relación porque sustenta la presencia del sujeto maltratador. Si decide separarse, la violencia aún puede continuar bajo la forma de acoso, o de amenaza existencial. Posteriormente, puede suceder que la mujer al enfrentarse a las experiencias de distintos órdenes (hospitalario, judicial y social) quede re-traumatizada, como producto de la victimización institucional.
2. Posicionamiento contra la violencia
El posicionamiento transferencial del terapeuta conlleva la abstención, la neutralidad. Y no hay que confundirla o ubicarla en le mismo lugar que la neutralidad moral. Para poder trabajar con una demandante de intervención psicológica en violencia de género exige un posicionamiento moral, una actitud moral de compromiso, es decir, que ella sepa que estamos de su lado, que no está sola, porque reconocemos la experiencia traumática que ha pasado o está viviendo. A la vez, es un lugar que nos legitima como terapeutas.
Sabemos que uno de los propósitos de la violencia que se ejerce sobre la mujer es el deseo de matarla, al menos, como sujeto de deseo. Y si nosotros vamos a intervenir en algo, será justamente en ese punto: sostener a esa mujer como deseante.
Herman (2004) indica acerca de la neutralidad: “la neutralidad moral en el conflicto entre victima y perpetrador no es una opción (…) en ocasiones, se necesita que los terapeutas elijan en qué lado están…”
3. La perspectiva de género
Bajo la forma imperativa del mandato de género una forma que se precipita de ser mujer está articulada por el estereotipo de feminidad tradicional. Los rasgos que lo definen son los que atribuyen a la mujer de todo lo relacionado con lo emocional, con el apego y con la creación y el cuidado de las relaciones interpersonales (Bleichmar, 1991). La identificación y la adherencia a estos rasgos hace que muchas mujeres sostengan la autoestima asociada a esta tarea. Si no llegan a estos objetivos se sienten vacías y frustradas, lo que las invita a casi cualquier cosa para no perder el apego a su pareja o a su familia. De ahí que solo a un paso se profiere la frase ¿qué voy a hacer yo sin él?
Los estereotipos de masculinidad y feminidad se forman por un proceso que se inicia en la primera infancia (socialización diferencial entre géneros), y, posteriormente, se precipitarán muchos elementos, a partir de la familia y sociedad, que reforzarán estos estereotipos dejando como saldo la desigualdad de los lugares de hombre y mujer.
Devolver a la mujer el lugar que le corresponde como sujeto será una de las tareas a llevar a cabo en la terapia; esto se traduce en devolverle su estatus de sujeto, como sujeto que desea, dueña de su vida, tanto como ella misma se lo permita.
4. Desvelar la violencia
Un propósito terapéutico es desvelar la violencia con las propias mujeres maltratadas para ayudarlas en su recuperación. Hacer visible lo invisible.
La subjetividad no siempre va a coincidir con la realidad objetiva de sus relaciones de pareja. Esta contradicción aparente se manifiesta en las encuestas que se realizan para conocer la incidencia de este problema en la sociedad.
Este desvelamiento permitirá que se inicie el proceso de volver a encontrarse como sujeto, porque parte de su “historia” se hace visible, la ayudará a plantearse cosas porque ya se puede “ver” en el mundo.
5. Hijos
Reconocimiento del posicionamiento y lugar de los hijos. Bien porque han sufrido maltrato físico o psicológico directamente o bien por ser testigos de la violencia hacia su madre (violencia vicaria). Este estatus los convierte en víctimas. Esta exposición a la violencia es un daño, afectándoles en forma de “marca” en su devenir existencial para siempre.
Si quieres ampliar información sobre la violencia de género y todos sus tipos, En el Curso Violencia de Género de ISFAP, estudiamos este fenómeno desde la perspectiva psicológica, social y personal.