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psicologia en la vejez

Aspectos importantes de la psicología en la vejez

Contenido del artículo:

  1. Introducción. Enfermedad psicosomática.
  2. La fiebre psicógena
  3. Síntomas de la fiebre emocional
  4. La emoción
  5. Enfermedades psicogénicas

I. Introducción

Se utilizan diversos vocablos al nombrar a las personas que están en la vejez: persona de la tercera edad, adulto mayor, anciano, persona mayor, pensionista, jubilado, retirado.

El menos empleado es el que se deriva más directamente de vejez: viejo. Este término es evitado, y no es casual; lo es porque pertenece a lo considerado como negativo, reflejando, en última instancia, la actitud social hacia la vejez, conformando una disposición fóbica hacia ella.

Las personas viejas marcan y recuerdan, y por tanto nos traen, lo inexorable, aquello que pertenece al campo de lo real, la muerte. Y la angustia que genera es lo que se precipita como molestia. De ahí que esta molestia desemboque en hostilidad de la sociedad hacia los viejos, ¡como si fuera posible alejar definitivamente a la muerte!
La vejez pone en la palestra nuestra imperfección y mortalidad. A lo largo de la vida, conviene que el ser humano vaya soltándo-se del sentimiento de omnipotencia e inmortalidad, cuya ganancia será la capacidad de disfrute. En última instancia, nos habilita para poder pensar que esta actitud social ante la vejez es directamente proporcional a la dificultad del impasse de aceptar la muerte y la imperfección propias.

Proponemos la conveniencia de elaborar y abordar la vejez y del envejecer más allá de los prejuicios, más allá del empuje capitalista a ser siempre iguales donde no se produzcan cambios (o en el mejor de los casos siempre para más, para tener más), o más allá de la edad. El envejecer es una parte del ciclo vital, y como tal está sujeto a cambios en todos los niveles en los que se desarrolla el ser humano; nos referimos a los cambios que se van a precipitar en los niveles biológicos, psicológicos y sociales. A continuación, los abordamos.

II. Envejecimiento

El envejecimiento es el producto de la continua interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales. Fierro (1994) señala que en vez de tomar a la vejez como estado es preferible hacerlo como proceso, que comienza tempranamente, al final de la juventud y que se combina en la vida adulta con procesos de maduración y desarrollo.
El envejecimiento remite a un haz de procesos; por tanto, no es un proceso simple. Este abanico de procesos se asocian entre sí, no son necesariamente sincrónicos, y se vinculan, a su vez, con la edad cronológica, sin tener que coincidir con ella e incluso sin variar en conexión mecánica con ella.

El proceso de envejecimiento se despliega en una secuencia compleja de cambios que tendrán eficacia a determinados niveles: a nivel biológico, psicológico y social. Por supuesto, siempre será necesario no olvidar que detrás de todos estos cambios, se ubica un sujeto que los soporta con capacidad de influencia y transformación sobre ellos.

III. Cambios sociales en el envejecimiento

El entorno actual permite y autoriza a desarrollos de prejuicios que estigmatizan y limitan la vida del anciano.
Nos encontramos con el tema de la jubilación, la cual produce unos efectos claros en la vida del sujeto. También se nombre esta situación con la palabra retiradoEl anciano jubilado se enfrenta a un menor poder de decisión, tanto en el ámbito social como familiar; hay una separación o dificultad mayor para mantener ciertas amistades en la medida en que hay separación por el trabajo o limitaciones físicas, disminuye el poder adquisitivo dando lugar a una menor capacidad de integración social, etc.

La jubilación es una conquista social pero el tipo de sociedad actual amenaza con convertirla en un asunto denigrado. Desde el punto de vista del equilibrio psíquico, el trabajo constituye una actividad donde se pueden desplazar y descargar componentes libidinosos narcisistas y agresivos. Una vez que cesa la actividad laboral, el sujeto no se encuentra con la misma posibilidad de vehiculizar estos componentes, lo cual puede conllevar que la agresividad se pueda precipitar contra el mismo sujeto, o contra otros cercanos, pudiendo dar lugar a que repercuta en la degradación del proceso orgánico, padeciendo y cronificando somatizaciones. Siguiendo con la parte social, donde el viejo se puede sentir discriminado, encontramos los elementos de la ropa, los muebles esquinados, las escaleras, los semáforos rápidos, etc.

Podemos sintetizar que a medida que el proceso de envejecimiento avanza, el sujeto se tiene que ir enfrentando a un mundo hostil, un mundo que cada vez está menos hecho para ellos (recordemos rápidamente la campaña publicitaria de los mayores acerca de sus necesidades digitales y su exclusión de ella). Ese mundo hostil, que no es otro que nuestro mundo, está marcado por lo imaginario, se puede incluso hablar de una determinada cultura de la apariencia, donde se sobreinviste la imagen en detrimento de la comunicación, de la palabra. Y donde está, además, debilitado, el afecto como valor positivo.

Algunas de las señas del envejecimiento, las canas o las arrugas, son combatidos por la industria de la estética. Ello facilita que no se pueda hacer un duelo por el proceso de envejecimiento. La sociedad actual no deja espacio a ese duelo con el cuerpo y con la imagen.

El envejecescente, ante este entorno, siente en peligro su identidad. Se le va cercenando y limitando vitalmente. Ante ello, el viejo puede responder de distintas maneras. Depende de sus características psíquicas y de su capacidad para tramitar los traumas y duelos correspondientes.

También se precipita en muchos adultos mayores un curioso efecto indentificativo: para no perder la identidad, tomarán suyos los prejuicios, los incorporarán dentro de sí; se centrarán en el deterioro, manteniendo la idea de la vejez como enfermedad, preservándose los prejuicios del entorno. El objeto de esta identificación es mantener una identidad (eso sí, plena de sufrimiento y neurótica) de pertenencia al entorno. Es un precio caro. Otros sujetos, por contra, acuden a clubes o asociaciones reivindicativas, agrupaciones que les aportan un lugar en el mundo activo. La sugerencia es poder mantener una red suficientemente participativa en el tejido social.

IV. Cambios biológicos en la vejez

Como ya comentábamos no hay que confundir envejecimiento con enfermedad. Recordamos el desprecio que se realiza a una enfermedad en un sujeto simplemente porque es viejo, ya tanto en el ámbito hospitalario como en el social y comunicativo (redes sociales).

En todo caso, señalar que el envejescente va sufriendo una serie de cambios biológicos que hay que tener en cuenta para considerar que es lo que podemos convenir qué es un envejecimiento normal y sano. Los cambios en la estructura y función del organismo, especialmente los de los sistemas músculo-esqueléticos, óseo y nervioso, originan que el sujeto disminuya su capacidad de funcionalidad en las actividades cotidianas.

Estos son los cambios principales en la vejez:

  • Patrón de la marcha
  • Masa corporal
  • Sistema pulmonar
  • Sistema cardiovascular
  • Sistema músculo esquelético y óseo
  • Cerebro: El peso y el tamaño del cerebro disminuye entre 100 y 150 gramos desde los veinte a los noventa años. No hay pruebas que señalen cuales pueden ser las consecuencias ni cognitivas ni emocionales.
  • Piel. Manchas en la piel que ponen en juego la estima.
  • Riñón. Disminución de la masa renal; afecta a la capacidad para diluir y concentrar el agua. Origina frecuentemente deshidratación.
  • Sistema gastrointestinal. La pérdida de las piezas dentales disminuye la eficacia masticatoria; origina cambios en la relación con la alimentación, la deglución y la imagen corporal.
  • Olfato. Al envejecer perdemos más células receptoras de las que se reemplazan. Los tipos de pérdidas olfativas son: Carencia del sentido del olfato, anosmia. Sensibilidad olfativa reducida; hiposmia. Distorsión del olfato, disosmia.
  • Gusto. Los receptores del sabor también se reemplazan continuamente, comenzando a atrofiarse hacia la mitad de la década de los 40 años. al hacernos mayores, perdemos la elasticidad en la boca y en los labios. Disminuye la cantidad de saliva y aumentan las fisuras en la lengua; estos cambios no afectan a la sensibilidad al sabor hasta más tarde.
  • Hígado. El tamaño y el flujo disminuyen. Las sustancias tóxicas son malamente metabolizadas.
  • Páncreas. Es un órgano especialmente afectado por el envejecimiento. Se ha comprobado que existe una alteración de la tolerancia a la glucosa.
  • Visión. Problemas a partir de los 60 años y tienen una mayor incidencia en los mayores de 80 años.
  • Córnea: cubre y protege el iris y la pupila. Se hace más espesa y menos sensible a la estimulación mecánica y suele perder su brillo.
  • Iris: Pierde pigmentación y, por lo tanto, disminuye el color de los ojos.
  • Pupila: Se hace más pequeña (cambio que ha ido progresando desde la juventud): miosis senil.
  • Humor vítreo. Se vuelve más opaco.
  • Cristalino. La lente se ha ido espesando y disminuye la cantidad de luz que llega a la retina.
  • Retina. El nervio óptico tiende a tener los márgenes menos claros y puede aparecer más pálido porque disminuyen los capilares. Igualmente se dan cambios en la mácula, pero salvo que exista una distorsión en los objetos que se ven o una disminución de la agudeza visual, estos últimos cambios no son importantes.
  • Otros cambios:
  • Audición. De un 30 a un 40 por ciento de la población de 70 años tiene pérdidas apreciables de la audición, superiores a cinco decibelios.

Enlentecimiento del cerebro y de las áreas de asociación y almacenamiento auditivo en el cerebro. Además, puede existir el zumbido, se trata de un persistente pitido o retumbe en los oídos. Es más molesto por la noche y en ambientes silenciosos.

Antes de finalizar el contexto biológico, haremos una mención a los procesos patológicos.
El deterioro inevitable del organismo origina que el envejescente sea más susceptible a distintos procesos patológicos y esto nos recuerda que estamos ante sujetos más factibles de enfermar y morir, y que al perder determinadas funciones van cayendo en la inmovilidad.

A partir de aquí, es necesario también tener en cuenta las características de las enfermedades de los viejos:

  • Es más fácil que el órgano afectado altere las funciones de otros órganos.
  • El órgano afectado es muy vulnerable.
  • Los órganos enfermos suelen presentar más síntomas de lo acostumbrado que en otros segmentos de la población.

Desde este punto de vista práctico podemos observar

  • de 45 a 60. Comienzan a existir más “goteras” y, por tanto, mayor predisposición a las enfermedades.
  • de 60 a 70. Aparecen ciertas enfermedades típicas.
  • 70 años en adelante: pueden presentarse invalidez y enfermedades crónicas.

V. Cambios psicológicos en la vejez

Cambios afectivos

La novedad a la que va a tener que enfrentarse el sujeto, es a procesos de pérdidas más habitualmente que en otras etapas de su vida (desde las figuras paténtales a personas significativas en su vida con las que mantenía fuertes lazos a nivel emocional y afectivo).

El proceso paralelo es que el propio sujeto sustituye con su cuerpo en el lugar a aquellos que ya se han ido. La muerte empieza a presentar cierta presencia.

No solo se trata de pérdidas de seres queridos, también se precipitan otras, incluso más cotidianas: su lugar en el mundo, la profesión, formas de ver la vida y participación social, los ideales, etc. En todo caso, el duelo es el proceso que en el ámbito afectivo va a estar más presente. El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por la pérdida de objeto (sea persona, objeto o ideal).

En función de cómo haya sido la relación, podremos experimentar, un sentimiento transitorio o de tristeza, pasando por un abatimiento completo que puede llegar a ser persistente del cual hay personas que no lo superan; esto adquirirá rasgos patológicos

Cambios en la personalidad

En las investigaciones sobre la vejez, destacan las realizadas sobre el control y la autoestima. El lugar de control está relacionado con la sensación de control personal y autocontrol de las acciones y consecuencias que se derivan de ellas.
Los niveles de lugar de control interno disminuyen al aumentar la edad; con la edad son más numerosos los acontecimientos negativos que viven las personas y no se pueden evitar. La autoestima refleja la valoración del propio yo.

La autoestima se articula con la salud. Influirá en las actitudes hacia el envejecimiento y la satisfacción con la vida pasada. Tener una buena autoestima, cuando envejecemos, es un buen índice de que la adaptación a circunstancias difíciles, como por ejemplo el afrontamiento de la viudez o la perdida de independencia, la realizaremos con cierta solvencia. En caso contrario, serán indicios de la posibilidad de la aparición de estados depresivos.

El impacto que cualquier acontecimiento tiene sobre la persona va a depender de cómo el individuo lo interpreta y le atribuye significado. La forma en que una persona tramita las experiencias y acontecimientos de su vida depende básicamente del contenido, organización y funcionamiento de su psiquismo o su forma de tramitar los traumas.

Por ello, para comprender a las personas en la última parte de su vida hay que tomarlas en el contexto de su historia personal, con los conflictos y crisis que se dieron en las etapas anteriores de su vida y los esfuerzos y salidas que realizaron por resolverlos. Las experiencias individuales únicas de cada persona marcan el que exista una mayor variabilidad interindividual en la vejez y que no tengan tanto impacto los cambios madurativos.

A través del tiempo se va a ir adaptando a esos cambios y en ese proceso se va a dar según una continuidad o un cambio en su forma de ser, en su personalidad (Vega Vega, 1989). Muchos de los acontecimientos que el envejescente va a confrontar transformará su personalidad, y también se saldará con un resto de estrés, ejerciendo su influencia en una enfermedad física o mental.

Cambios en el funcionamiento cognitivo

Hacemos la distinción entre sensación, percepción y ejecución. Sensación es la recepción de la estimulación física que recibimos y la traducción que realizamos de la misma en impulsos nerviosos.

Percepción es la interpretación que efectuamos de esa estimulación sensorial que hemos recibido. Ejecución psicomotora se refiere a la realización de acciones, tareas, del ser humano y exige de una actividad muscular coordinada. Para estudiar los cambios en este apartado, hemos de vincularlos con los cambios biológicos.

Cambios en la sensación

La sensibilidad cambia en este proceso. Debemos de considerar la variedad de receptores sensoriales que poseemos (en la visión, audición, olfato y gusto y tacto), y de su correlato, los sentidos (del dolor, del equilibrio, de la percepción visual de la percepción de la profundidad, de la percepción auditiva, de la flexibilidad perceptiva) y de su ejecución (del tiempo de movimiento, de la fuerza muscular).

Otros aspectos que los teóricos y clínicos cognitivos sitúan dentro del campo psicomotor son:

  • Inteligencia.
  • Lenguaje.
  • Memoria. (sensoria, memorial a corto plazo, memoria remota). La capacidad memorística es afectada por diversos factores:
    • Familiaridad de los materiales o tareas a realizar.
    • Experiencia.
    • física o mental.
    • La tendencia a la polimedicación.
    • El uso de alcohol afecta al sistema nervioso y daña la memoria.
    • Se produce una disminución de los niveles de motivación cuando envejecemos.
  • Atención. (Atención sostenida, atención dividida, atención selectiva)
  • Aprendizaje. Existen diferencias interindividuales que impiden establecer una línea en dicho declive. Cambia nuestro ritmo de aprendizaje, pero mantenemos nuestra capacidad para adquirir nuevos aprendizajes.

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