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Procrastinación ¿Qué es y cómo se supera?

I. Qué es la procrastinación

Este término deviene del latín pro que se postula como adelante, y crastinus, en referencia al futuro. Significa posponer, dejar para otro día actividades o labores, mediante la intervención de desvíos, dudas, dispersiones o sutilezas. Otra acepción posible es la que la vincula con la tendencia a no encontrarse con responsabilidades, decisiones o tareas que demandan ser ejecutadas.

Antiguamente, el término no estaba estigmatizado, no contenía una connotación negativa. En el antiguo Egipto, el término estaba relacionado con la evitación del trabajo y la pereza. Y los romanos la vinculaban con la espera juiciosa (intervenía pues el raciocinio) antes de la acción. Es necesario diferenciarla del ocio que es el cese de toda actividad, en donde el sujeto se dedica al reposo y utiliza su tiempo libre para recrearse. Sin embargo, es a partir de la sociedad industrial que el término conllevará una connotación negativa.

En la vida actual que nos ocupa, lo social construye un sujeto al que se le encomiendan tareas triviales, obligaciones de lo urgente y banal.

Realizando un acercamiento a la definición diremos que es la acción de postergar actividades de las que nos tenemos que ocupar, ya sea porque el tiempo para ciertas actividades vence, o por la importancia para algunas cosas de nuestra vida en la medida en que incumbe a nuestro deseo, o por otros motivos que concurren y que nos indican que tenemos que abordarlas. En cambio, a pesar de lo indicado, estas acciones o intervenciones son pospuestas dejándolas atrás de otras que en principio son más placenteras o quizá (y esto denuncia la cuestión más claramente), insignificantes.

Aquello que se procrastina puede ser significado por el sujeto bajo los términos de fastidioso, desafiante, turbador, amenazador, tedioso o difícil, apareciendo investido de un importante monto de angustia, haciendo que se dilate hacia un futuro que recae en una idealización.

Como indicamos, la postergación por asuntos insignificantes es uno de los elementos importantes que concurren, sumándole otro: la cronicidad. Si nos acercamos a la marca de lo social, con su empuje a lo trivial y banal como urgente, diremos que se precipitan dos presentaciones de sujetos que llevan a cabo la acción de procrastinar: serán los ocasionales (no dejaremos de señalar a los jóvenes y estudiantes) y los procrastinadores profesionales en cuanto a la cronicidad, los neuróticos obsesivos.

II. Procrastinación y neurosis obsesiva

Esta determinación postergadora señala cuestiones que le significan al sujeto. No se trata de algo circunstancial, sino que se instala en el centro de su ser y de su correlato en las actividades y acciones que se propone. Dilata el abordaje de ciertas cuestiones que le incumben; sabe que tiene que abordarlas y, en cambio, no lo hace. Como mínimo, podemos señalar que se trata de una tendencia evitativa que ahonda en la imposibilidad del deseo, ya que si el acto se ejecuta conllevaría la modificación del sujeto.

Estas medias que adopta un sujeto tienen un fuerte componente obsesivo, donde el deseo se instala como imposible. Muchos elementos internos del sujeto se movilizan para que no se produzcan las acciones precisas que se dirigen a la consecución de un deseo importante para el sujeto. Es preciso señalar que estos mecanismos internos, en definitiva, son de carácter inconsciente cuya función es interponerse entre el sujeto y la posibilidad de actuar en aquello que quiere y que su deseo le empuja. La neurosis obsesiva perturba el trabajo por la pérdida de tiempo producida por las incesantes interrupciones, distracciones y repeticiones. La angustia inhibe y limita en esta estructura jugándose la determinación del hacer en tanto en cuanto se vincula directamente con lo reprimido.

De esta forma, ya nos centramos en el núcleo de la procrastinación, postulando que pertenece al ámbito del deseo. La acción de procrastinar difiere y posterga el deseo.

Paralelamente a este posicionamiento postergador y al deseo como imposible, señalamos la rumiación (obsesiva), que de tanto dar vueltas conscientemente a un tema, el accionar sobre él acaba no teniendo lugar (¿a qué se le da tantas vueltas? A lo imposible, queriendo hacerlo posible…). La rumiación al servicio de la procrastinación hace que se suspenda el acceso a un goce determinado, y en cambio hace que la propia rumiación se convierta en un goce; la rumiación queda investida libidinalmente.

Otro modo de intervención de la procrastinación es que el sujeto mantenga una fantasía donde ciertamente está convocado el placer, pero con la característica de que justamente para mantenerla exige que nunca se opte o dirija a ella, optando por otras acciones claramente no tan placenteras o que ocupan un lugar secundario, incluso como representante de la primera. Esta forma es propia de la estructura neurótica histérica, donde se aprecia que el deseo es siempre deseo de otra cosa.

En esta dirección que implica al principio del placer, ubicamos la dificultad de los sujetos para abordar caminos que conllevan obstáculos, esto es, vías que no alcanzarán el placer añorado de forma absoluta, sino que tendrán que vérselas con dificultades que aminorarán este placer soñado, convirtiéndose en un placer parcial, ante lo cual el sujeto protestará, no se sentirá a gusto del todo puesto que el alcance del placer estará relacionado con lo posible y, por tanto, con lo parcial, obviando lo total.

III. Abordaje terapéutico de la procrastinación

En ambos sujetos que hemos señalado, los ocasionales que se dejan llevar por la dirección a un goce (aquellos individuos jóvenes que están inmersos en las nuevas tecnologías y que bajo la forma de adicción se sumergen en ellas postergando otras actividades con las que están supuestamente están comprometidos) o los crónicos donde se libidiniza la procrastinación para alejarse del deseo no parece que sea factible, al menos con acciones específicas postuladas por las orientaciones cognitivas, rápidamente su superación.

Los ocasionales por un goce al que tendrían que renunciar en favor del placer convocado por el deseo, y los segundos, los cronificados porque estarán llamados a elaborar su relación con su deseo que se mantiene como imposible. Y esto exige un tiempo en psicoterapia que abra un espacio para la subjetividad, que se precipite como una alternativa de superación al goce de la procrastinación. No hay una superación rápida, esto se confirma como lo imposible.

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