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violencia de genero y relaciones toxicas

Violencia de género: el proceso de entrar en una relación tóxica

1. Relación tóxica: Orígenes y tipos

El término relación tóxica implica un tipo de relación en una diversidad de ámbitos. En las relaciones familiares, en el ámbito amistoso, en el mundo laboral, y aquel que incumbe a la pareja. Nos vamos a ocupar de este último, inscrito en la violencia de género.

Comencemos por la palabra tóxico. Esta se suele definir como “venenoso o que puede causar trastornos o la muerte a consecuencia de las lesiones debidas a un efecto”. Esto produce confusión porque de primeras se externaliza el agente tóxico, está fuera; El sujeto que habla de la toxicidad de una relación se excluye de la fórmula, no interviene. 

Si mantenemos la idea de muchas de nuestras acciones y relaciones están motivadas por elementos inconscientes, entonces alcanzamos rápidamente que en las relaciones tóxicas también participa el inconsciente en el mantenimiento y acercamiento a estas situaciones que denominamos tóxicas. El mantener un vínculo que nos hace o que, al contrario, hacemos daño, no es algo que, al menos conscientemente, deseemos, sino que más acertadamente diremos que es un lazo que no es fácil, cuando menos, abandonar o dejar; eso sí, no sabemos claramente por qué, si además, en cierto sentido, nos parece tan claro y obvio que no es conveniente esa relación. Un sujeto, bajo el influjo de la toxicidad de una relación, no puede dejar a ese otro que siente como tóxico solo apelando a su voluntad porque hay algo que lo mantiene ahí de forma deliberada; van a convertirse en una de las relaciones más difíciles de modificar. 

Cuando una persona siente que una relación le destruye, que no le deja crecer como sujeto, sintiéndose culpable, etc.  también se da, a la vez, que su realidad psíquica le dificultad de hablar de ello ante los demás, y “sabe” que, a pesar de lo insatisfactorio de la relación, no “puede” separarse, no puede dejar a esa pareja.

Hay algo que hace que a pesar del malestar prosiga en la relación o no cree otra forma distinta de estar con ese otro que no tenga estas características. El sujeto se queda ahí, en clara situación de dependencia. Se parece, pues, a un tipo de adicción.

Hay un punto importante que no debemos dejar escapar: si nos ocupamos del otro como agente tóxico, corremos el peligro de exiliar la responsabilidad subjetiva propia que está detrás de una relación toxica. La subjetividad implicada indica que hay una historia personal detrás que avala que la relación tóxica se mantenga y sea compleja su abandono.

Justamente, una de las directrices de la terapia será buscar dar un sentido a esa historia que quedó guardada, medio olvidada, pero con mucha eficacia, en la mente de la persona.

2. Aspectos determinantes en el proceso de una relación tóxica

Existen elementos que participarán en que un sujeto esté presto a entrar en una relación tóxica; entendiendo que ambas partes están presas del veneno. Todos los elementos están presentes antes de que se produzca dicha entrada; serán un importante andamiaje para se pueda precipitar la violencia de género.  Los señalamos a continuación:

2.1. Narcisismo

La violencia contra la mujer es una expresión de poder y de dominio. El sujeto tóxico, que se convertirá en victimario, precisa de un apuntalamiento narcisista; lo realizará ante el otro.

el narcisismo en las mujeres está anudado a la subjetividad. Cuando ésta está construida con los elementos del sacrificio hacia los otros se derivará una gratificación narcisista, justamente devenida de la ayuda y disposición hacia los otros.

En los primeros momentos del desarrollo del niño se produce la diferenciación entre el sí mismo y el otro; en última instancia, entre el sujeto y el objeto. En el hombre maltratador, en la tensión entre el reconocimiento del objeto como sujeto, triunfa la consideración del otro como objeto. Entre otras, influye la incorporación de los valores de género masculinos (hipermasculinidad), y la dificultad de establecer el proceso de individuación (de separación), manteniendo la simbiosis con el objeto como parte inseparable de su identidad; su pérdida será sentida como una devaluación narcisista insoportable, conllevando que no dejará fácilmente que ese otro se convierta en sujeto en la medida que implica la separación, pérdida, de algo propio de valor narcisista. Bollas llama \”objeto transformacional\” al objeto primero que transforma el mundo interior y exterior del sujeto en una experiencia temprana, una etapa simbiótica donde el yo y el otro no están diferenciados.

El dominio en la pareja tiene su inicio cuando la independencia subjetiva del otro es negada. Benjamín en su trabajo sobre la psicología de la dominación (1996) plantea que el reconocimiento del otro como sujeto deseante es una condición para la existencia del otro como sujeto independiente. Dorey (1981) señala que la relación de dominio es siempre un “ataque al otro en tanto sujeto que desea, que, como tal, está caracterizado por su singularidad, por su propia especificidad”. Por tanto, en la relación de dominio se ponen en juego neutralizar el deseo del otro, reducir su alteridad, su diferencia y tiene como objetivo convertirlo en un objeto asimilable.

Burín (1987) aborda la pulsión de dominio en la mujer; este recurso queda relegado a un lugar concreto para poder ser desplegado, el permitido por la cultura patriarcal, este es el mundo privado emocional y afectivo.

2.2. Mandatos de género

Son los estereotipos de masculinidad y feminidad. Aquello que culturalmente se dictamina sobre qué es ser un hombre y una mujer. La cultura dominante indica que son lugares desiguales. Ser una mujer está anudado al estereotipo de feminidad tradicional. Los rasgos que lo definen son los que atribuyen a la mujer lo relacionado con el ámbito emocional, con el apego, con la creación y con el cuidado de las relaciones interpersonales (E. Bleichmar, 1991).

La identificación y la adherencia a estos rasgos hace que muchas mujeres sostengan la autoestima asociada a esta tarea. Si no llegan a estos objetivos se sienten vacías y frustradas, lo que las invita a casi cualquier cosa para no perder el apego a su pareja o a su familia.

Los estereotipos de masculinidad y feminidad se forman por un proceso cuyo origen es en la primera infancia (socialización diferencial entre géneros); posteriormente, se precipitarán muchos otros elementos, desde la familia y la sociedad, que subrayarán estos estereotipos dejando como saldo la desigualdad de los lugares de hombre y mujer.

2.3. Familia

Cuando en las familias se viven y se transmiten roles de género estereotipados y rígidos, véase padre autoritario o maltratador de la madre; cuando existen dificultades en la resolución del vínculo de las hijas con la madre, que porta los ideales del yo femenino, traerá consigo la inscripción en la subjetividad de la mujer de un estatuto subordinado.

Está muy relacionado con los estereotipos de masculinidad y de feminidad, ya que este es uno de los espacios privilegiados donde se transmite. En esta transmisión se articulan dos lugares, con sus funciones, de padre y madre, que se mantienen de forma rígida. En algunas familias, los roles femeninos están muy delimitados, subrayando tanto la subordinación como la autopostergación. La función paterna está marcada por la disciplina, distante o ausente de realizar cuidados, así como toma distancia emocional con respecto de sus hijos.

El padre autoritario y maltratante de la madre coloca a sus hijas como testigos, inscribiendo la escena y los modelos en la subjetividad de ellas; la escena subraya la importancia de la pasividad y el sometimiento ante la violencia. La identificación con la madre, en su búsqueda y encuentro de la feminidad, continuará posteriormente formalizando el espacio para la fijación de una relación de abuso.

2.4. Apego negativo y apego a lo negativo. 

El humano precisa de un otro para poder vivir; su existencia depende de ello. Este otro hace referencia a las figuras de apego, que en un principio son los progenitores, y más concretamente la figura materna. El vínculo que el niño establezca con esta figura producirá una marca, bien apego positivo o negativo. Así, será factible establecer una manera de hacer sobre su comportamiento futuro, de su capacidad de reflexionar sobre sí mismo y del otro. Por supuesto, También incumbe al mundo de las representaciones de los padres, esto es, la transmisión de sentimientos, y de la identidad sexual. 

La experiencia de Anzieu le hace ampliar el apego a lo negativo, donde éste aúna una experiencia negativa de apego y una fijación de apego a objetos cuya respuesta es negativa a la demanda de afecto que le es solicitada.

Para este autor, el apego negativo es “la resultante de la pulsión de apego con la pulsión de autodestrucción, más que con la de autoconservación …/…la experiencia negativa del apego dificulta la diferenciación sujeto-objeto y mantiene entre estos un lazo simbiótico adhesivo”.

La incidencia en la violencia de género se deja ver en que, aunque la relación no sea gratificante es más aceptable, tolerable en última instancia, aceptar una relación dolorosa, pero que mantiene la condición de existir, de estar viva. esto hará que se reafirme la compulsión a la repetición.

2.5. La pareja en la violencia de género

En la pareja se establece un vínculo apasionado, de amor-pasión, o de amor-fusión, en el que cada uno ocupará para el otro el lugar de satisfacción de una necesidad determinada de fusión, también de con-fusión con el otro, diferente, eso sí, para el hombre, y para la mujer maltratada. Unas necesidades que están inscritas por las expectativas de género, de lo que ha de ser un hombre y de lo que debe esperar de una mujer, y, al revés, de lo que una mujer es y debe esperar de un hombre.  El sujeto maltratador deposita en la mujer las características del objeto primitivo, el objeto de simbiosis que no vivió con su madre; no pudo separarse porque la madre no fue constituida como sujeto de amor. Este hombre se ubica a la espera, inconscientemente, de que una mujer, siguiendo la línea de la distribución de las expectativas de género, apacigüe su angustia y su dolor.

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